Hazte premium Hazte premium

«Me casé con dos inmigrantes para que regularizaran su situación»

-Con 36 años, dos bodas...

-Bueno, yo he utilizado mi estado civil para extender los derechos de ciudadanía a personas que no los tienen. Para mí, en mi entorno, no tiene nada de extraordinario. Es más, conozco muchos casos como el mío, otra cosa es que quieran hacerlo público.

-¿Cómo empezó todo?

-Durante la carrera comencé a involucrarme en el tema de la inmigración. Iba todos los veranos a Zafarraya, un pueblo de Granada que en aquellos momentos, en torno al 92, era un pequeño laboratorio donde los procesos migratorios y su encuentro con la sociedad local daban la cara, antes incluso que en El Ejido. Conocí a una familia senegalesa y uno de los chicos tenía una orden de expulsión. Me planteó el matrimonio y después de pensarlo, acepté. Yo no sólo utilicé mi estado civil para salvar su situación, sino para ser consecuente con mis propias ideas y contribuir a que la política de extranjería pudiera evolucionar.

-¿Hubo investigación?

-Hubo pesquisas policiales. Esto ha cambiado mucho ahora... Nos hicieron una entrevista por separado. ¿Viven juntos? Sí. ¿Es plenamente consciente de lo que hace? Sí. ¿Ha sufrido algún tipo de coacción o presión? No. Nos casamos en el 94 y nadie me preguntó si estaba perdidamente enamorada. Yo no tenía ningún proyecto de vida en común con ese hombre, ni él conmigo, y el juez no preguntó eso. ¿Acaso todo el mundo se casa enamorado? Su función es comprobar si se está extorsionando a alguien, algo que veo bien por parte de los jueces.

-¿Y arregló su situación?

-Sí, pero yo no lo hice sólo por él, eso sí hubiera sido un matrimonio de conveniencia. Estuve viviendo durante un año en Senegal, parte del cual en su casa, fue una gran oportunidad para conocer la realidad de una familia de inmigrantes. Aprendí su idioma, me moví por el país, conversé mucho con todos y viví situaciones muy interesantes.

-¿Y cuándo terminó?

-Teníamos la separación de bienes y en 1998 nos divorciamos. Desde entonces no he vuelto a verlo.

-¿Y la segunda experiencia?

-El chico marroquí tenía el proyecto de venir a España, sabía que yo era española y en su país, conseguir el visado es prácticamente imposible. Ahí sí lo pensé durante más tiempo. Pero mira, chica, lo volví a hacer. Cuando llegamos a España se negó a firmar la separación de bienes, aunque finalmente lo hizo, pero hubo una ruptura de confianza. Convivimos en Sevilla pero yo, al igual que con el chico senegalés, hacía mi vida. Esperé a que le dieran la nacionalidad y en el 2002 nos divorciamos. Yo ya sabía el camino de salida.

-¿No hubo contraprestaciones económicas?

-Nunca, ni yo se lo pedí a ninguno de los dos. No se trata de una ayuda humanitaria, eso quiero dejarlo claro. Yo no he sido salvadora de nadie, ni se ha tratado de una acción totalmente altruísta. Yo obtenía una visión plena del mundo de la inmigración, qué tipo de gente viene, en qué consiste ser inmigrante, lo mal que la gente puede llegar a estar, las políticas de extranjería... Tuve acceso a unas herramientas para utilizar en mis investigaciones que no te da ninguna institución académica, sólo la experiencia de la vida.

-Entonces, el balance...

-Positivo. Me ha compensado mucho. Lo vivido ha sido muy interesante y está claro que ahora las políticas de inmigración se han recrudecido. No se puede criminalizar a las personas que vienen a sobrevivir.

-¿Y no le han salido más «pretendientes»?

-No, no me han llegado más ofertas... De todos modos, ahora me gusta mucho mi vida y prefiero quedarme como estoy.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación