Martes, 28-10-08
LA Universidad Jiaotong de Shangai ha elaborado el ránking de las cien mejores universidades del mundo, donde no figura ninguna universidad española. Ocho de las diez mejores están en los Estados Unidos —como Harvard, Stanford, Berkeley, MIT, Yale o Columbia— y de ellas sólo dos son europeas (Oxford y Cambridge). Sin embargo, entre las cien mejores universidades del planeta sí es posible encontrar universidades francesas (Sorbona), italianas (Bologna), alemanas (Tubinga), suizas (Zurich), noruegas (Oslo) y finlandesas (Helsinki), por no hablar de las japonesas (Tokio), rusas (Moscú) y australianas (Sidney).
Por otro lado, entre las doscientas mejores universidades del mundo aparecen universidades argentinas (Buenos Aires), brasileñas (Sao Paulo) y mexicanas (UNAM), así como universidades chinas (Taiwán, Tsinghua y Pekín), pero ninguna universidad española ha sido seleccionada entre las mejores doscientas del planeta. La mejor clasificada es la Universidad de Barcelona, muy por encima del doscientos y muy por debajo de universidades de Bélgica, Israel, Chile, Holanda y Austria. Ni siquiera en el ránking de impactos de las páginas web aparecen universidades españolas dentro de las cien primeras, ya que la Complutense ocupa el puesto 140, gracias a que tiene más alumnos que todos los habitantes de la comunidad de La Rioja (http://www.webometrics.info/top4000.asp). Por lo tanto, si la cumbre del G-20 tuviera como finalidad refundar la educación y la enseñanza universitaria, España tampoco estaría ni se le esperaría. ¿Por qué tendríamos que estar en la cumbre de la refundación del capitalismo, si tal vez carecemos de la preparación necesaria y suficiente?
Para mí no hay nada más importante que la educación, el conocimiento y la capacidad de gestionar ambas cosas de manera individual o colectiva. Si mañana me arruinara, sé que puedo perder mi casa, mis bienes y mis propiedades materiales, pero ningún banco podría embargarme las lenguas que hablo, los libros que he leído y los conocimientos que he adquirido a lo largo de mi vida. Mi educación es mi tesoro, mi capital, mi riqueza y lo único que podría ayudarme a comenzar de cero si tuviera que emigrar a otro país para buscar trabajo como profesor, columnista o promotor cultural. Un país puede ser económicamente muy rico —los emiratos y principados petroleros, por ejemplo— pero culturalmente indigente. Aquí en España nos reímos muchísimo de los Estados Unidos, pero ocho de las diez mejores universidades del mundo son americanas y cincuenta y cuatro de las cien mejores también. No hay color.
La verdad es que no tengo tan claro que nuestra economía sea tan potente como la alemana, la japonesa o la italiana (de hecho, no exportamos ni la décima parte de lo que ellos exportan), pero sí tengo clarísimo que nuestra educación escolar y universitaria es infinitamente peor. Es más, nuestro presidente de Gobierno es un representativo exponente de la indigencia de nuestra educación, pues no habla ninguna lengua moderna y depende de los intérpretes o de la traducción simultánea para poder transmitir la más mínima propuesta. ¿Cómo se las arreglará en los pasillos, en las cenas o en los actos protocolarios, que es cuando se hace «lobby» o se hacen alianzas personales? Felipe González y José María Aznar fueron capaces de aprender y de comunicarse con todo el mundo, pero no es el caso de Rodríguez Zapatero. Y eso lo saben muy bien los organizadores de las cumbres.
Desde que gobierna Rodríguez Zapatero, la política exterior española se ha hecho en función de la política de andar por casa, como si Estados Unidos fuera el Partido Popular y como si los países chavistas y musulmanes fueran partidos radicales nacionalistas. Y así nos ha ido.
Concluyo: si en materia educativa no estamos ni en el G-200 mundial, ¿por qué deberíamos estar en el G-20 de la economía planetaria?

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