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Empresarios madrileños recompensan al nigeriano que devolvió una cartera en Sevilla

Empresarios madrileños recompensan al nigeriano que devolvió una cartera en Sevilla

Protagonizó una historia con pocos precedentes, típica de guión cinematográfico, de esas que sorprenden al leer las noticias por descostumbradas. Sin embargo, Dom Amby era simplemente uno de esos vendedores de pañuelos, que intentan sobrevivir en la próspera Europa tras llegar de Nigeria. Un joven de 24 años, que vive junto a su hijo de cinco en San Juan de Aznalfarache, y que pasa mañana y tarde ofreciendo a los automovilistas pañuelos en la rotonda de Juan Pablo II cruce con la carretera de la Esclusa.

Fue bajo los cuarenta grados de agosto cuando Dom encontró una cartera de piel marrón . Ni tan siquiera la abrió. Al primer policía que vio se la entregó. Una atípica cartera con 2.700 euros en su interior, un cheque con 870 euros, un talonario y documentación de una empresa, lo que permitió en poco tiempo localizar al dueño. Éste, feliz con el reencuentro de un dinero que daba por perdido, recompensó a Dom Amby con un billete de 50 euros.

Pero el comportamiento del vendedor de pañuleos gineano no pasó desapercibido. El último «premio» ha sido promovido por un empresario madrileño que conoció la acción de Amby a través de los informativos de televisión. Éste, junto a una treintena de amigos, ha reunido dinero con el que recompensar la generosidad del joven entregándole una cuantía similar a la que devolvió el pasado verano, unos dos mil euros.

Amby y su compañero de semáforo Kingsley recibieron el dinero a través de un intermediario porque el empresario que emprendió esta iniciativa prefiere mantenerse en el anonimato. Se sienten muy felices.

Ayer, de nuevo objetivo de las cámaras, Dom daba de nuevo da las gracias a Dios, demostrando sus sólidas convicciones religiosas. Cuando en agosto le preguntaron por qué arrastrando tanta necesidad no optó por quedarse con el dinero fue rotundo: «el dinero no toca mi cabeza ni mi corazón, y gastarlo me habría hecho feliz en un momento, pero sufrir toda mi vida». Ahora con el premio llegado de Madrid podrá pagar el colegio de hijo de cinco años, con el que vive y que reconoce es el «centro» de su vida.

Ha sido una recompensa contante y sonante. Hubo otras. Después del gesto de solidaridad una empresa se interesó por Amby y su compañero para darles trabajo y regularizar su situación. Pero a día de hoy, sigue siendo fiel a su cita diaria en el semáforo.

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