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Las banderas inglesas de la Catedral

Las banderas inglesas de la Catedral

Pesa sobre la memoria histórica de Bernardo de Gálvez la fosa tan común en España del olvido. Y ya hay que tener mala memoria para olvidar a un soldado como este bravo militar de ascendencia malagueña que, en 1775, estuvo destinado en el Regimiento de Infantería de Sevilla sirviendo a las órdenes del Mariscal de Campo O´Reilly. Frente a otros militares europeos de inflada pechera y pelucas empolvadas, tan divinamente acunados tanto por la historia de acá como por la norteamericana, a Gálvez se le condecora con la desconsiderada medalla de la amnesia. A excepción de historiadores y lectores avisados ¿quién sabe que Bernardo de Gálvez luchó triunfalmente contra los ingleses ayudando a los insurrectos norteamericanos para romper su dependencia colonial?

Su intervención y la del ejército que mandaba fueron vitales para el buen curso de la guerra independentista de las Trece Colinas norteamericanas. Y también para su carrera profesional. Gracia a sus victorias sobre los ingleses fue elevado a rango de Mariscal de Campo y en 1784 nombrado Capitán General de Cuba. De La Habana saltó a Nueva España de la que fue virrey hasta que falleció en 1786. Con cuarenta años tan solo. Pero muy luchados y trabajados. De los ecos de aquellas victoriosas campañas suyas, donde va a emplear tanto a soldados profesionales como a colonos blancos y negros libres o esclavos, llegaron a España de su propia mano en 1783 cuatro cajones de madera repletos de banderas, estandartes, insignias y otros emblemas militares capturados a los ejércitos ingleses o aliados de éstos que Gálvez derrota. Y se distribuyeron por distintos puntos de España tras el repartimiento realizado por la Secretaría de Guerra.

El doce de agosto de 1785, un arriero de Santiponce, Juan Moreno, trasladaba hasta la Catedral sevillana el cajón con lo que le tocó a nuestra ciudad. Los canónigos no tenían ni idea de lo que llegaba desde Madrid. Imaginaban que era ropa de venerable ascendencia para vestir a la Virgen de los Reyes. El cajón contenía un estandarte y tres banderas con la inscripción sobrepuesta de los Regimientos o de los buques a las que pertenecieron: Waldeck, Natchez y Baton Rouge. En el mes de septiembre del siguiente año fueron colocadas en la Capilla de la Virgen de los Reyes. Donde permanecieron hasta el 28 de agosto de 1812. Día en el que se celebra la expulsión del francés del suelo hispalense y que en un acto, sin dudas, exagerado y sumiso con los nuevos aliados, se tuvo a bien quitarlas para no ofender la dignidad de los altos mandos británicos que visitaron la Catedral acompañados del general español Juan de la Cruz Murgeon. Desde entonces no se tienen noticias de las banderas de Gálvez.

Es curioso pero Bernardo de Gálvez tuvo que tenerle especial consideración a estas banderas inglesas que recalaron en Sevilla. Porque en una carta dirigida a su tío José en México, del 26 de enero de 1786, recogida en el Archivo de Indias en la sección Indiferente 1578 y que llega a mi poder gracias a la facultativa del citado Archivo Falia González, escribía: «Solo puedo exponer a V.E. que efectivamente eché de menos algunas banderas entre las que cogí en aquellos puestos de la Florida occidental, sin haber tampoco podido descubrir su paradero, por lo que ahora debo inferir fueron esas (las de Sevilla), cuyos trofeos querría quizás alguno de los individuos que en el ejército de mi mando habría naturales de la referida ciudad ver colocadas en su patria...»

¿Estaba Gálvez en lo cierto? ¿Lucharon con él, mano a mano, tajo a tajo, militares sevillanos que quisieron ver después en nuestra ciudad algunos de los trofeos conquistados en el campo de batalla a los ingleses? ¿Tenían acceso e influencias en la Secretaría de Guerra estos supuestos militares sevillanos como para reivindicar algunos trofeos ganados en las batallas de la Florida occidental a ingleses o a sus aliados?

Gálvez lo intuye. Pero no lo precisa y una sombra de ambigüedad oscurece las citadas líneas. En cualquier caso ese dato está tan perdido como las banderas inglesas que la Catedral no supo guardar por exceso de pudor frente al general Cruz Murgeon. Los restantes trofeos que Gálvez les ganó a los ingleses en EE.UU. fueron destinados por la citada Secretaria de Guerra a San Pascual de los Gilitos, en Aranjuez; al Pilar de Zaragoza y a la catedral de Santiago. Todas aquellas banderas y estandartes arrancadas al enemigo al elevado precio de la sangre derramada, corrieron desigual suerte. No estaría de más arrojar un poco de luz sobre las que lucieron en la Capilla de la Virgen de los Reyes de la Catedral sevillana. Más que nada para descartar que aquel arrebato de pudor local no escondiera una devolución, de tan generosa vergonzante, de dichas banderas a sus dueños en el viejo Londres...

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