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Rafael Álvarez Colunga falleció en el acto al explotar su barco con 125 litros de gasolina

Rafael Álvarez Colunga falleció en el acto al explotar su barco con 125 litros de gasolina

Los más terribles pronósticos se cumplieron y la Guardia Civil confirmó pasadas las diez de la mañana de ayer que el cadáver encontrado el sábado por la tarde en el Puerto de Mazagón se correspondían con el empresario sevillano Rafael Álvarez Colunga, cuya desaparición había sido denunciada el domingo por la mañana por su familia.

Las pruebas practicadas sobre el ADN del cadáver unidas a la comparación de las placas dentales aportadas por la familia permitieron determinar con precisión la identidad de un cuerpo que se encontraba absolutamente irreconocible como consecuencia de una explosión.

La noticia provocaba la lógica conmoción en una familia destrozada por la incertidumbre desde la jornada anterior, en la que los rumores se habían disparado en todos los sentidos. Y es que el domingo se habló de la existencia de una segunda persona a bordo de la embarcación, de la posibilidad de que el cadáver encontrado no fuera de Álvarez Colunga, aunque el paso de las horas sin que el empresario diera noticias hizo presagiar lo peor, que ayer fue confirmado por las pruebas realizadas por el equipo del Anatómico Forense de Huelva.

Una vez confirmado el fallecimiento de Rafael Álvarez Colunga, la siguiente cuestión a determinar son las circunstancias que rodearon al trágico desenlace. También en esto se habían disparado las hipótesis ante el propio rechazo de amigos y familiares a creer lo que no parece más que un dramático accidente.

Esa es, de hecho, la línea de investigación con la que trabaja la Guardia Civil de Huelva, que, sin embargo, no ha descartada ninguna otra posibilidad. Para ello van a ser fundamental los testimonios de los tripulantes de otra embarcación que se encontraba el sábado por la tarde en las inmediaciones de Mazagón y que fueron los que alertaron a los efectivos de Salvamento Marítimo.

Testigos presenciales

Según ha podido saber ABC de fuentes de la investigación, esa embarcación divisó la lancha semirígida que pilotaba Álvarez Colunga en las inmediaciones de la boya con la que amarran los petroleros para descargar el crudo a un oleoducto submarino. Este punto se encuentra a unas seis millas de la costa onubense.

Los testigos observaron cómo la barca de Álvarez Colunga —tipo zodiac, pero de grandes dimensiones— explotaba y se formaba una gran columna de humo, por lo que decidieron acercarse a prestar auxilio. Sin embargo, al llegar al punto de la explosión apenas encontraron una gran mancha de combustible ardiendo flotando en el agua mientras los restos calcinados de la barca se hundían. Los testigos llegaron a sacar algunas imágenes de lo acontecido que pueden ser determinantes para la investigación.

Poco después, los efectivos de Salvamento Marítimo rescataban el cadáver destrozado y calcinado del conocido empresario.

Según las primeras investigaciones, la embarcación explotó por los aires con 125 litros de gasolina, ya que Colunga había partido con el depósito lleno, aunque se desconoce el origen de esa explosión.

Fuentes de la investigación reconocen la dificultad que entraña la recuperación de los restos de la lancha, ya que pueden encontrarse entre 80 y 100 metros de profundidad bajo el agua.

En cualquier caso, nada hace hasta el momento pensar en una explosión provocada voluntariamente por el propio empresario —que se encontraba en un gran momento vital tras haber superado hace tres años un cáncer— ni tampoco en una acción llevaba a cabo por terceras personas.

Según ha relatado la propia familia del fallecido, Rafael Álvarez Colunga advirtió a su esposa, Mercedes, el sábado que se iba a Mazagón a pasar la tarde para probar la embarcación —que se encontraba en tierra— y dejarla preparada en agua para los próximos días de Navidad, en los que pensaba usarla con más asiduidad.

Fue el domingo por la mañana cuando la familia, alertada por la falta de comunicación del empresario, se movilizó y puso una denuncia por su desaparición ante la Guardia Civil, que vinculó este hecho con la aparición del cadáver irreconocible la jornada anterior y depositado en las instalaciones del Anatómico Forense.

La familia se desplazó en la mañana de ayer al Tanatorio Atlántico de Huelva en cuanto tuvo confirmación oficial del fallecimiento de Rafael Álvarez Colunga, noticia que no por esperada desde la jornada anterior causó menos consternación en todos los que le conocían y querían por su humanidad y su enorme talla personal y profesional.

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