Miércoles, 11-03-09
LA indolencia ha roto en enojo antes que el azahar lo haga en albores. Laus Deo. Por fin, algunos hombres buenos, algunos hermanos mayores, han salido de las sacristías y se han metido en la trabajadera donde se suda la grandeza de su cargo. Si estos hermanos mayores son como el conquistador Pizarro, la suerte está echada, y las hermandades de Sevilla habrán dado el paso crítico desde la pusilanimidad al doble valor, cívico y religioso, que la ocasión demanda. La del Santo Entierro y la del Silencio han sido, metafóricamente, las pioneras. Pese a las apariencias, el mundo de las cofradías cultiva pocos consensos. Uno de ellos es el de su carácter simbólico. Por eso en esto del manifiesto, o como se le quiera llamar, en favor de la vida, ergo en contra de la actual política gubernamental y sus tétricos vacíos morales, el espíritu de Mateo Alemán, escritor moralista que indujo y sedujo a Cervantes y hermano mayor del Silencio justo cuando la Sevilla cervantina alcanzaba su orto, se funde en plata de ley con el del misterio del Duelo, que sale de al lado. La reflexión alegórica sobre la muerte -en Sevilla conocida por la Canina- se cruza así con el silencio exigido por cualquier acto de la voluntad humana; es decir, la antítesis de la mercancía que pone en su tenderete la jovencita llamada a regular ambas cosas -vida y muerte- en el actual Gobierno de España.
Los hermanos mayores -algunos, buenos, corajudos pescadores de hombres- han cruzado en esta hora incierta la raya trazada en el suelo por la espada concepcionista, se han embarcado en el galeón aventurero del Discurso de la Verdad, y han plantado cara al gran sofisma de nuestro tiempo, que ya ha causado en el territorio nacional un millón y cuarto de muertos nonatos, como mínimo. Van a levantar el palio de Sevilla en defensa de los no nacidos. Van a llamar con su martillo las conciencias dormidas de una ciudad autocomplaciente y vana que desperdicia su vida por no perderla en el ara del ideal cristiano. Creo que desde que el I Marqués de Tarifa trajera el Via Crucis desde Jerusalén, nada habían hecho las cofradías de Sevilla tan valioso, insigne y evangélico como esto. El mundo entero se va a enterar de que tras los varales, las bambalinas y las saetas hay gente que sabe muy bien en lo que cree y obra en consecuencia. Lanzo, modestamente, una idea: que esta Semana Santa todos los pasos de Sevilla lleven un lazo negro por las víctimas del aborto y de la experimentación genética. Sería el más cabal de los símbolos y daría, como Elcano, la vuelta al mundo para que el mundo sepa lo que de veras es para Sevilla sacar un paso en primavera.

Enviar a:

¿qué es esto?


Más noticias sobre...