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«En la ópera no hay mucho glamour, pero debemos hacer que el público lo piense»

POR MARTA CARRASCO

No es la primera vez que Evelyn Herlitzius y Robert Dean Smith pisan el teatro de la Maestranza, pero en esta ocasión interpretan dos de los papeles más duros de la ópera wagneriana como son «Tristán» e «Isolda». Una alemana y un norteamericano forman esta pareja de mitos y héroes wagnerianos. Ambos empezaron en la ópera de forma muy diferente.

-Evelyn Herlitzius: fue una cuestión de suerte. Yo quería ser bailarina, pero me lesioné y como estudiaba canto me animaron a seguir.

-Robert Dean Smith: Yo me crié con The Beatles. En mi casa el ambiente musical era natural, comencé estudiando saxo, pero luego llegó el canto.

-Ambos tienen carreras muy seguras, ¿piensan a veces en dejarlo todo y «tirar la toalla»?

-E.H. Muy a menudo. Es normal en esta profesión tener altos y bajos. Tengo muchos colegas que se lo han planteado, y yo también claro, pero al final sigues pensando en la música.

-¿Cuánto de glamour hay en la ópera?

-R.D.S. Es un trabajo y el público paga por contemplar un espectáculo y ello conlleva el glamour. No hay tanto glamour en la ópera, es pura imagen, pero debemos hacer que el público lo piense, es parte del teatro.

-¿Hasta qué punto se puede tener una vida privada, sobre todo la mujer, en el mundo de la ópera?

-E.H. Sigue siendo mucho más difícil para la mujer, sin duda, sobre todo para mí que tengo dos hijos. Depende mucho de quien te apoye en casa. -R.D.S. Mi esposa era cantante y para mí es más sencillo porque me acompaña a los viajes. Es mi maestra y mi mejor crítica.

-Díganme, ¿cómo se hace una escena de amor con alguien a quien acabas de conocer?

-R.D.S. (risas) Parece mentira pero depende mucho de la ópera, si es con un papel tan dramático como los de Wagner, no hay problema, pero sí cuando es otro tipo de ópera que requiere otra acción mucho más corporal entre los intérpretes. Al final la música está por encima de todo y cuando tengo una partenaire tan hermosa con en esta ocasión...

-¿Cree que Wagner es un compositor al que los cantantes y, también el público, temen?

- E.H. Miedo, miedo, no, si le tienes miedo no debes cantar nunca un compositor. Cada uno es diferente. El personaje de Tristán, que es tan largo, requiere un enorme esfuerzo físico e intelectual, pero cada pieza tiene un reto diferente y nunca se sabe dónde está el reto mayor.

-¿Y el público?

-R.D.S. El público es quien tiene miedo, pero sobre todo porque es una ópera larga. Es verdad que está más relajado ante un Verdi o un Puccini, pero también se tiene a Wagner muy mitificado, sobre todo por los tiempos.

-En el teatro se improvisa, ¿en la ópera ocurre también?

- E.H. Si, por supuesto. A mi me ocurrió en Madrid en «La mujer sin sombra». Me inventé una de las frases y mis compañeros me miraron alucinados, se sonrieron pero siguieron cantando.

-¿Ser famoso mediáticamente es incómodo?

-R.D.S. Mucho. Lo mejor es dedicarte a tu profesión, hacerlo lo mejor posible. De otra forma debe ser muy incómodo dedicarte a giras de promoción, atender entrevistas todos los días...

-¿Han notado la crisis en la ópera?

-E.H. Sí, claro. Los grandes centros operísticos están recortando presupuestos, y eso es gravísimo, así que si ellos lo hacen, imagínense lo que va a pasar con los pequeños teatros o festivales. Además, hay otro problema, que los inversores pierdan su interés en invertir en ópera. Que se pierdan patrocinadores.

-R.D.S.Económicamente no me ha afectado, pero lo que más me preocupa es que cierren los teatros, y eso sería irrecuperable.

-José Carreras casi se va, Plácido Domingo suspende una representación, ¿está desapareciendo una gran generación?

-R.D.S. Sí, es el final de una era, y ya hay medios de comunicación que están buscando herederos.

-¿Los hay?

-R.D.S. Creo que sí, se me ocurren nombres, incluso tan grandes como los que ha nombrado, pero menos conocidos. Espero que no vuelva a centrarse la prensa sólo en tres tenores o en tres sopranos, espero que no.

-E.H. Es un momento delicado de crisis y de cambio generacional, y habría que plantearse si este movimiento de los tres tenores ha beneficiado a la música clásica. No es políticamente correcto decirlo, pero el mundo de lo clásico sigue siendo elitista. Hay que aprovechar este cambio generacional para volver al público original del clásico.

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