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La Biblioestridencia del Prado

A veces no hay mejor lírica que la prosa jurídica. Hace muchos años, desde que malgobiernan la ciudad quienes la rigen, que vengo dándole vueltas a la cabeza sin encontrar la palabra exacta para resumir las perrerías que están haciendo con Sevilla, como la última por culpa de las setas de La Encarnación: convertir la plaza de Ponce de León en una inmensa estación de autobuses urbanos, autobuses que cada vez nos dejan más lejos de lo que entendemos por centro, ¿no va a tener déficit Tussam, hijos míos?

Pensaba en la tropelía de la Torre Pelli; en el desgalazo del tranvía que va de ningún sitio a ninguna parte; en las referidas setas espantosas de la Encarnación; en la desfiguración de la Alameda; en la que van a liar en San Telmo con el caprichito de las peatonalizaciones. Pensaba en todas estas perrerías perpetradas contra una ciudad que ha pasado de «los cielos que perdimos» a «los suelos que pateamos», no hay forma de entrar al centro ni en autobús ni en coche. ¿Y la inquina que han cogido contra los coches, dónde me la dejan?

Pero no encontraba la palabra exacta, como cuando Juan Ramón Jiménez se la pedía a su intelijencia con jota moguereña. Y mira por dónde, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, al parar las obras de la biblioteca por culpa de la cual se han cargado los jardines del Prado, ha dado con la palabra exacta de lo que está ocurriendo en Sevilla y estos señores están haciendo con ella. Dice la sentencia del TSJA: «Cualquier intervención en el Prado sería una estridencia, tanto en el recuerdo como en la realidad urbana de la ciudad». Esa es la palabra; estridencia. ¡Pues anda que no están metiéndonos estridencias, con o sin calzador, con o sin vaselina, en la ciudad del No Nos Cabe Ná! Nos han llenado Sevilla de estridencias, como los veladores. ¿Para qué peatonalizar, si luego, entre los veladores, los ciclistas y el tranvía no hay sitio para poder andar tranquilo por la calle, como ocurre en la estridente Avenida?

Ahora, que para estridencia, la poca vergüenza de los que se empeñan en hacer una biblioteca en un jardín, cuando a 500 metros está la Biblioteca Infanta Elena, junto al Pabellón del Perú. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía debe de escribir sus sentencias en papel higiénico, porque ya saben lo que van a hacer con ella los referidos promotores de la estridencia, o sea, la Junta, la Universidad y el Ayuntamiento: no hacerle ni caso a la orden de paralización de las obras y seguir adelante con ellas, en una lamentable política de hechos consumados y de desobediencia a los tribunales. El Ayuntamiento ha dicho bien clarito que no piensa paralizar las obras. Pues nada, por mí que siga el cachondeo... ¿Con qué autoridad moral estos a los que no les da la gana cumplir la sentencia del TSJA y siguen la obras tan campantes van a poder luego exigir a la gente que cumpla las leyes? Cuando llegan a un cargo, ¿no juran (o prometen) cumplir y hacer cumplir las leyes? ¿Por qué entonces esta rebeldía contra los tribunales? ¿A eso no se le llama perjurio, faltar al juramento? Si cuando se quebranta una sentencia el juez manda a los guardias para que detengan al que se resiste a cumplirla, ¿por qué no toman ahora medidas contra la Junta, el Rectorado y el Ayuntamiento?

¿Qué necesidad había de hacer esa biblioteca en ese sitio precisamente, cuando además la sede universitaria de la antigua Fábrica de Tabacos se está quedando cada vez más como la Fonseca de la tuna, «triste y sola»? ¿No había sitio, un poner, en La Cartuja para esa biblioteca? Y lo que menos me explico de todo: con la de arquitectos que hay en paro en Sevilla, ¿por qué esa biblioteca la está haciendo la arquitecta iraní Zaha Hadid? ¿A cuántos arquitectos sevillanos les han encargado bibliotecas en Irán, pregunto?

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