Una carta desde el Ministerio de Cultura
El director general de Bellas Artes, José Jiménez, respondió en una carta, con fecha de 19 de junio, al personal técnico del Arqueológico, que, previamente, le había expresado, también por carta, su preocupación por el proyecto. Tras explicarles a los conservadores cómo debe ser entendida la ciencia arqueológica y cuál debe ser la arqueología del siglo XXI, subraya que es preciso «delimitar el ámbito temporal, geográfico, temático y conceptual de los fondos del museo.
Este discurso habrá de incluir desde la Prehistoria hasta el final de la época medieval en la Península Ibérica». Aunque matiza: «Al margen de mostrar colecciones arqueológicas de la antigüedad procedentes de otros contextos». Había preocupación por saber qué pasaría en el futuro con las colecciones de Egipto, la antigua Grecia... Cree Jiménez que no es posible desarrollar un hilo conductor coherente más allá de la Baja Edad Media y que, por tanto, «las colecciones de épocas modernas no tienen cabida en el discurso expositivo permanente. Lo que se pretende es respetar y potenciar los valores del conjunto de la colección del museo, realzando sus puntos fuertes y dotando de mayor coherencia al discurso».
Mientras el Prado integra al fin sus colecciones modernas con las históricas, el Museo Arqueológico Nacional obliga al exilio a sus colecciones a partir de la baja Edad Media: todo lo posterior a los Reyes Católicos o que no sea de la Península Ibérica, salvo excepciones, saldrá del edificio de la calle Serrano. Su colección, formada a lo largo de 150 años, se dispersará irremediablemente (en torno a la mitad del 1.350.000 piezas que atesora se irá a otros museos, como el de Artes Decorativas, el del Traje...), el museo cambiará de nombre (pasará a llamarse Museo Nacional de Arqueología) y habrá relevos en la dirección (se designará a través de un concurso) y en el Patronato, mientras siguen en marcha las obras de reforma y ampliación, sin que se haya elaborado aún el Plan Museológico.
Todo ello ha llevado a las Academias de Bellas Artes y de la Historia, a la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico Nacional, así como a destacados arqueólogos, a título personal, a mandar respectivas cartas a la ministra de Cultura pidiéndole que reconsidere la decisión, que haya un debate más reflexivo y sereno, en el que participen quienes mejor conocen el museo. También se están sumando a esta protesta desde círculos universitarios.
A espaldas del Patronato
Unas jornadas internacionales en el Museo Thyssen los días 16, 17 y 18 de septiembre de 2008 (participaron, entre otros, los directores del Museo Arqueológico Virtual de Herculano y el Museo Nacional de Arqueología Subacuática; el director de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma y el jefe del Departamento de Grecia y Roma del British Museum), bastaron, según denuncian a ABC varios patronos, para que el Ministerio de Cultura decidiera las líneas de actuación del Arqueológico, a espaldas de los conservadores del museo y del Patronato, al que ni siquiera le remitieron las actas de las jornadas, ni se le convocó para tomar decisión alguna; tan sólo para informarle de lo ya decidido.
Hay una gran preocupación y malestar en el sector. José María Luzón conoce bien el museo. Fue director del mismo, además de director general de Bellas Artes y es catedrático de Arqueología. «Técnicamente, el Museo Arqueológico Nacional, tal como se creó, deja de existir. Es otro museo», comenta. Sobre el cambio de nombre, se pregunta Luzón «qué diferencia hay entre un nombre u otro para que sea más acorde con su función». Ve alarmante que «estén metidos en una obra descomunal sin tener Plan Museológico ni Estratégico, como ellos mismos reconocen. Es como tirarse a una piscina sin agua. Cortan el museo por la mitad: desde la Prehistoria hasta los Reyes Católicos. Y todo sin un plan previo y sin consultar al Patronato. ¿Quién decide eso? Se amparan sólo en una reunión teóricamente de expertos que hubo en septiembre. Es muy discutible. No me imagino que para cambiar el Kunsthistorisches de Viena llamaran al director del Museo Virtual de Herculano».
«600.000 disparates»
Considera absurdo Luzón cortar la colección en los Reyes Católicos: «Unos señores, de pronto deciden lo que es la arqueología. El mayor disparate que se comete es la separación de las colecciones. La cantidad de información que se perderá será traumática. Van a separar las piezas de su contexto, de su origen... Es una temeridad. No sé qué quieren hacer con el museo. ¿Exhibirán trajes de mandarines chinos del XVIII regalados a los Reyes de España junto a vestidos de Ágatha Ruiz de la Prada? ¿La colección del marqués de Salamanca se separará?»
El museo cuenta con más de 1.300.000 piezas. Saldrá la mitad. «Serán 600.000 disparates -dice José María Luzón-. Esa línea divisoria es técnicamente imposible de trazar. Aquí hay 150 años de historia del coleccionismo que van a quedar absolutamente diluidos, que no se van a poder estudiar jamás, y hay colecciones a las que se les va a perder la procedencia. El museo no está catalogado en su totalidad. Se está empezando la casa por el tejado y sin planos. El único proyecto que hay es cambiar la dirección, echar al Patronato, cambiar de nombre al museo y partir la colección por la mitad». En su carta a la ministra, le pide Luzón que «no dé un paso en el vacío; tiene que estudiarse más esta decisión. ¿Quién conoce mejor el museo? Las personas que llevan toda su vida trabajando en las colecciones, los conservadores, y no se les ha consultado».
Ángeles González-Sinde debió recibir hace semanas en el Ministerio otra carta, en este caso de un patrono del Museo Arqueológico Nacional, que además fue uno de los ponentes en aquellas jornadas de septiembre de 2008, en las que, supuestamente, se pusieron las bases del nuevo museo. Ricardo Olmos, director de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma, no cree que fuera realmente así. «El Ministerio dice que se debatió en aquellas jornadas la idea de museo, pero yo creo que fue otro tipo de reunión: hubo conferencias, se dieron ideas... Fue útil, pero insuficiente. Un debate serio sobre el museo, hecho de forma pausada y crítica, aún no se ha hecho. Y conviene discutir el plan con calma entre todos, llegar a un consenso».
Olmos habla de los puntos del proyecto en los que está en desacuerdo: «La arqueología puede ser desde los orígenes del hombre hasta anteayer. Podemos excavar en el Metro de Madrid y hacer arqueología. Forzarla hasta los Reyes Católicos es privar de una lectura arqueológica a Carlos V, Felipe II, el siglo XIX... Se corre el peligro de disolver las colecciones. Renunciar a ocho siglos de arqueología es limitarla en el tiempo y en el espacio. ¿Renunciamos a las islas y a Ceuta y Melilla? Las colecciones del XVIII y del XIX pueden dialogar con las colecciones de antigüedades. Se pueden crear discursos coherentes sin deshacer una colección que ha costado 150 años formar».
Diálogo y consenso
Cree Olmos que es preciso que haya diálogo y consenso». Tampoco ve necesario el cambio de nombre del museo: «Va a costar mucho dinero quitar esas maravillosas letras de bronce del siglo XIX». Repite una y otra vez las palabras generosidad y diálogo: «El museo debe ser generoso y establecer diálogos con otros museos para enriquecerse mutuamente. Pero no perdiendo la propiedad de las obras. Deshacer la colección es muy peligroso».
Juan Alarcón, presidente de la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico Nacional y patrono del museo, se lamenta de que el director general de Bellas Artes convocara al Patronato el 27 de mayo, en una reunión informal en el Ministerio de Cultura, para anunciar las medidas que se iban a tomar, de efecto inmediato, en el museo... un día después de que lo anunciara a la prensa. «Hubo por parte de los patronos estupor por tomar una decisión de forma tan precipitada e insólita», dice Alarcón: «El Patronato lleva casi dos años sin reunirse y nos parece improcedente». Disgregar la colección podría ser, en su opinión, hasta «jurídicamente discutible». Es posible que no estuvieran de acuerdo con ello quienes hicieron importantes donaciones al museo. «Es un disparate dejar reducida la colección hasta los Reyes Católicos. ¿Por qué destrozar las colecciones de los Austrias, los Borbones o la del marqués de Salamanca?». Cree que el cambio de nombre del museo dará fuerza a reivindicaciones de obras de algunas Comunidades Autónomas: «Hay menos argumentos hisóricos».
Martín Almagro-Gorbea, académico de la Historia, fue director de este museo. Desde Estambul, donde ha estado investigando en el Instituto Arqueológico Alemán, habla con ABC sobre este asunto: «No se pueden dividir colecciones que son en sí mismas Patrimonio Histórico, como no se puede dividir el Patrimonio de la Catedral de Toledo o de Sevilla, los libros de la Biblioteca Nacional o los documentos del Archivo Histórico Nacional, etc». Afirma no saber nada sobre el cambio de nombre del museo, pero, si es así, dice, «se puede proponer cambiar el nombre al British Museum, pues no corresponde a su contenido, y no digamos al Corte Inglés, que no es ni una tienda de corte ni es inglés... Si es verdad, indica poco sentido. El nombre en esas instituciones es parte de su Patrimonio Historico, pues refleja, lo mismo que su creacion, una epoca histórica. No se debe ni se puede cambiar».
José María Blázquez, académico de la Historia y representante de esta institución en el Patronato del Arqueológico, propuso sumarse a la Academia de Bellas Artes y enviar también una carta de protesta a la ministra de Cultura. Blázquez se muestra en total desacuerdo con el proyecto: «Dividir las colecciones no tiene sentido; no hay precedentes en ningún museo del mundo. Somos un pueblo de charanga y pandereta».

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