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«Yo en África no echo nada de menos. Se vive en la calle como en Triana»

«Yo en África no echo nada de menos. Se vive en la calle como en Triana»

David García López _ Licenciado en Bellas Artes

-¿A Diego Carrasco qué le parece toda esa pasión africana que usted lleva dentro?

-Estupenda. Le ve mucha relación con el mundo gitano flamenco y le encanta el juego de similitudes entre los tres grandes ríos que se implican en la historia que ha montado en Arlés. El Guadalquivir, el Níger y el Ródano.

-¿Lo jalea para que proyecte en sus recreaciones visuales ese espíritu negro?

-Me da total libertad para hacer lo que quiera. Hay plena confianza. Pero te digo que, aparte de negritos, en ese espectáculo aparecen Curro Romero y Rafael de Paula. Les apasiona ambos toreros.

-Pero tengo entendido que usted descubre los atractivos de la negritud en el Caribe...

-La primera vez que tengo relación con África es en Cuba, a finales de los noventa. Es un viaje de dos meses que acaba resultando una auténtica campaña de recogida de información visual y plástica.

-¿Qué vió allí para que se produjera el hechizo?

-El saber estar de la gente, la cercanía de las personas, la música afrocubana. De hecho la sigo escuchando.

-¿Es cierto que algunas paredes de La Habana están pintadas por su mano y la de sus colegas pintores isleños?

-Sí, sí. En Belascoaín, esquina con Neptuno, tengo cosas pintadas. Cerca está la facultad de Bellas Artes y allí estuve participando en actividades artísticas, una de ellas era pintar un gran mural en la calle: la recreación del mar y los balseros.

-No hubo ninguna señora que viéndoles pintar las paredes os invitara a que le pintarais la casa...

-Sí claro, surgió varias veces.

-Lo que sí parece cierto es que usted descubre la negritud por culpa de un logotipo...

-Cuba me abre los ojos y me amplía horizontes. Y me presenté a un concurso de la Fundación Tres Culturas para hacer el logotipo. Gané el concurso muy joven, me dio publicidad y la posibilidad de trabajar en el mundo del diseño gráfico. Pero intentando trabajar en África.

-Y ese logotipo le lleva a descubrir un mundo al que antes nunca le había prestado demasiada atención...

-Exactamente. Empiezo por Marruecos y, a través de la Fundación FISA, que lleva muchos años trabajando en Africa, entro en la región subsahariana llegándome a pasar grandes temporadas en Senegal, Mali y Burkina Fasso.

-Todo pata negra...

-(Risas) Principalmente por las capitales.

-¿Qué ve en África que no vea en otro sitio?

-El color y la alegría. Y sobre todo un mundo por descubrir del que tenemos una visión errónea.

-¿La visión de las pateras es errónea?

-Es real. Pero es errónea la idea que se nos hace ver del área subsahariana.

-¿Eso significa que en ese área no hay pobreza, hambre ni miseria?

-Pobreza hay. Pero hay mucha más dignidad.

-Fruto de lo que le inspira ese continente es la muestra sobre arquitectura maliense que vamos a ver en septiembre en Sevilla...

-Es una exposición que, a través de imágenes, va a mostrar la magia y la arquitectura sudanosaheliana. Son recreaciones visuales sobre la arquitectura de tierra de la zona.

-¿En esa exposición nos enseña usted la Mali que se va o la que perdura?

-La que perdura. La que está y la que seguirá estando tras cientos de años. Es una gran desconocida, pese a que Gaudí se inspiró en ella para hacer sus diseños.

-Dicen que en determinada arquitectura maliense se aprecian ecos visibles de un pasado andalusí...

-Exactamente. Se rastrea en los elementos constructivos y en los patios interiores de aquellas casas.

-Es increíble que esa huella aún perdure como estilo constructivo ¿no le parece?

-Es así. De hecho esta exposición quiere servir para eso: para darle valor arquitectónico y patrimonial a esa arquitectura. Algunas de ellas han empezado a recubrirlas con cemento.

-¿Le gusta vivir en África?

-Me apasiona. Yo en África no echo de menos nada. Se vive en la calle. Como en Triana. Yo vivía en Bamako-coura, un barrio de los más antiguos de la capital de Mali, y el espíritu vecinal es cien por cien el de Triana.

-Pero con menos caracoles...

-Pero con muchos callos. Les encanta el menudo.

-Lo vivido le da ya para unas memorias de Africa...

-Me faltan años. Pero he sentido cosas muy hermosas. Yo tenía un proyector y cada domingo, en el barrio, les pasaba una película muda en la calle. Proyectándola sobre la pared. Todo el barrio lo veía. Eso es impagable.

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