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¡A Madrid el 17 de octubre!

Usted, quizás, se espantó hace tres años, cuando trascendió el horror de la clínica Ginemedex, con sus fetos de siete meses arrojados a la trituradora … y después dejó que se remansara su indignación («yo no abortaré nunca, y no está en mi mano cambiar la ley»). Pero olvida que vivimos en una democracia, en la que todos somos en alguna medida corresponsables de las leyes; y tenemos derecho a pedir que se cambien; y, si no ejercemos ese derecho, estamos contribuyendo con nuestra pasividad a que sigan funcionando las trituradoras. «Nuestra época tendrá que arrepentirse, no tanto de las perversidades de los malos, como del ominoso silencio de los buenos» (Martin Luther King).

La reactivación del movimiento pro-vida en España en los últimos dos años, gracias, sobre todo, a la aparición de la organización «Derecho a Vivir» (DAV), es un fastidio y una oportunidad. Es un fastidio porque nos arrebata la muelle excusa de la impotencia: ahora sí hay un gran movimiento en marcha, capaz de presionar a los partidos políticos y de reabrir el debate del aborto en la vida nacional. Ya no hay pretextos para seguir lamentándose desde el sofá. Una oportunidad, porque ofrece por fin una vía en la que canalizar la indignación de manera eficaz.

El sábado 17 de octubre tendrá lugar en Madrid la mayor manifestación pro-vida de la historia de España. Convocan más de 40 asociaciones, y han sido contratados 600 autobuses, lo cual permite augurar una participación masiva que las autoridades no podrán ignorar. Es la gran cita a la que no debe faltar nadie que diga estar contra el aborto.

Quizás usted piense «si van tantos, uno menos da igual...», pero si todos razonan en tan heroicos términos, los organizadores se quedarán solos el 17-O.

«Madrid está muy lejos...», pero nos desplazamos allí por partidos de fútbol, conciertos o fiestorros familiares: ¿no lo haremos por los bebés? Además, DAV fleta autobuses económicos que van y vuelven en el día (www.17o.es; www.cadavidaimporta.org).

«Las manifestaciones no sirven para nada...», pero ésta sí puede ser decisiva. El Gobierno ha medido mal al presentar el proyecto de ley más radical de Europa (con detalles aberrantes como el aborto sin autorización paterna de las niñas de 16 años); ha infravalorado la capacidad de respuesta de la sociedad española, y ha suscitado contestación interna (¡lástima que no sea también externa!) en el mismísimo PSOE. En un contexto de debacle económica y de posible anticipación de las elecciones, no es insensato esperar que, si la reacción popular es lo bastante enérgica, el Gobierno congele la tramitación de la nueva ley (si estima que ésta puede restarle votos).

«El aborto no se combate sólo con sanciones penales...» Sí, pero el movimiento pro-vida (especialmente RedMadre, cuyo lema es «nunca estarás sola») proporciona también ayuda económica, psicológica y legal a las embarazadas en apuros, y reclama a las Administraciones la ampliación de ese tipo de prestaciones. La presión de RedMadre ya consiguió que el pasado 20 de mayo las Cortes valencianas aprobaran —con el voto en contra de PSOE e IU— la Ley de Apoyo a la Maternidad, que establece la anticipación al momento de la concepción de las ayudas económicas a que tienen derecho las madres, así como el incremento de éstas.

«El aborto no se combate sólo con ayudas a las embarazadas...» Cierto, la penalización legal del aborto es irrenunciable: por eso el movimiento pro-vida convoca esta manifestación, para evitar que lo que hasta ahora era un delito despenalizado «sólo» en tres supuestos se convierta en un derecho incondicional de la mujer. La penalización disuade a mujeres que estén considerando abortar, castiga a los aborteros que se lucran con la carnicería y envía a la ciudadanía el mensaje moral correcto: el aborto es una acción inadmisible.

«Aunque detuviéramos la nueva ley, la regulación de 1985 (los tres supuestos) ya había generado una situación de aborto libre de facto...» Cierto, pero el movimiento pro-vida tiene los pies en el suelo y procede por etapas: lo más urgente es impedir que sea aprobada la nueva ley, que, al convertir un delito en derecho, contribuirá a expandir la mentalidad abortista y a incrementar aún más el número de abortos. Si se consigue, habrá que exigir la aplicación rigurosa de la ley de 1985: los casos reales de aborto por violación, malformación fetal o peligro serio para la madre representan un porcentaje bajísimo de los 112.000 abortos legales anuales. Si la ley de 1985 ha conducido al aborto libre de facto, es porque nadie (tampoco el gobierno de Aznar) ha querido hasta ahora aplicarla con seriedad.

¿Tomará por fin el PP el estandarte pro-vida de manera coherente? ¿Incluirá en su programa, al menos, la aplicación estricta de la ley de 1985? ¿Pretende obligarnos a votar a partidos a su derecha (que, hoy por hoy, son los únicos que reivindican con nitidez la prohibición del aborto)? ¿Entenderá Rajoy que a los españoles, además del precio de los garbanzos, nos inquietan los temas morales? ¿Ha comprendido por fin que el abortismo, la deconstrucción de la «familia tradicional», etc., no son «cortinas de humo», sino la esencia de la nueva izquierda, que ha sustituido su proyecto clásico (la implantación del socialismo) por la revolución de las costumbres (morales, sexuales y familiares)? En el siglo XXI, la polaridad izquierda-derecha ya no pasa por la economía (dos puntos de presión fiscal arriba o abajo), sino por la bioética, la cultura, el modelo de familia, la educación... It’s the values, stupid!

Mientras en Génova se hace o no la luz, evitemos el «ominoso silencio de los buenos». El 17-O puede ser el principio del fin del aborto en España. Y usted podrá contar a sus nietos: «¡Yo estuve allí!».

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