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Momparlet, palitos en candela

Las palabras de Manolo Momparlet se clavaron como astillas en las heridas abiertas del beticismo hace un par de días. Cada cual es libre de sospechar sobre la influencia de su trabajo en la conformación anual de la plantilla bética, pero lo cierto es que ocupa un cargo determinado y aunque bien puede considerarse aquel pobre soldado explorador del Estratego al que todos mandábamos a la chatarrería pasando por las filas del enemigo para luego enviar al minador a eliminar las bombas, él es el director deportivo del Real Betis, o el secretario técnico, según guste denominar. Y el cargo obliga.

Obliga en primer lugar al silencio en determinadas circunstancias, cuales son precisamente las que ahogan su credibilidad. Puede entenderse que Momparlet apueste 100 a 1 por el ascenso y que pida un margen de confianza para Antonio Tapia y sus hombres. Y está bien que explique las que según su razón son las causas de la marejada que tiene al equipo en la zozobra. Pero chirría que arremeta en estos momentos contra el sentido común y una realidad objetiva que le deja profesionalmente a los pies de los caballos.

En cualquier club de España con un organigrama real de funciones delegadas y ejecutivas, que como es sabido no es el caso del Betis, Manuel Momparlet ya habría sido despedido hace mucho tiempo porque eso es lo que le sucede normalmente a un director deportivo cuando su plantilla no cumple con los objetivos marcados una temporada tras otra e inevitablemente cuando el equipo se le va a Segunda división. Otra cosa es que quien mande en la entidad le excuse de la responsabilidad. Por ejemplo. Pero en ningún caso puede ser estimable la buena intención, como él esgrime, para otorgarle carta blanca para seguir haciendo y deshaciendo a pesar de los pesares.

Que el Betis puede dar más de sí es casi seguro. Que puede lograr el ascenso es hasta probable. Y que la trayectoria del conjunto verdiblanco es hasta la fecha de hoy decepcionante en este ejercicio 2009-2010 es indiscutible. Por eso la huida hacia delante de Momparlet, completamente insensible a la frustración que ahora afecta a los béticos, es un ejercicio de soberbia inaceptable, y puestos a sacar pecho los resultados lo tienen más fuerte que nadie. Y a buen entendedor, menos alucine.

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