«Lucho por la escultura dinámica que da categoría a los edificios»

Chiqui Díaz, escultor. Una mariposa de tres metros posada en la tomareña Hacienda Santa Ana da la bienvenida a la exposición de escultura «animalista» en bronce de este sevillano, que ya colgó su «Caracol» en un edificio de la calle Puente y Pellón. Piezas dinámicas para ver y tocar

«El poco representado vuelo de una mariquita o la seducción de una mantis, observada al microscopio, toman vida de las manos del escultor Chiqui Díaz (Sevilla, 1967). Desde niño, observó a su padre, el escultor José Manuel Vichero, trabajar el metal en la tradicional fundición familiar, entregando su talento al arte. Conoce el titanio, el acero, el bronce: «Me crié en el taller; el conocimiento adquirido de las distintas técnicas y materiales para el desarrollo de una escultura abre un abanico mayor de posibilidades y me permite encontrar la combinación de materiales para, por ejemplo, dar agilidad a la pieza», comenta. Hasta el punto de colgar de una pared, con tan sólo un punto de apoyo de tres centímetros cuadrados, una «Golondrina», y sin temor a que caiga: «Se caería tan sólo si la pared cae. Que la toque da más realismo a la pieza». Dedicado al estudio morfológico de los animales, crea en su taller linces, leones, ánsares en pleno vuelo o insectos poco representados en bronce. Se inspira y toma modelos anatómicos de la naturaleza, siempre conectado a ella en su finca del Aljarafe sevillano. En su proceso, usa el microscopio, estudia cadáveres para tomar proporciones y observa la conducta del animal en su medio.El autor compone su creación cual puzzle, dividiendo en piezas abstractas e independientes la obra figurativa original. Por ello, sus grandes ejemplares ofrecen la posibilidad de adentrarse en la interpretación personal de la división en particular. Además de esta idea modular, Chiqui Díaz aboga por el movimiento en la escultura, «rompiendo con el concepto estático al que estamos acostumbrados». No sólo le da más vida, gracias a la intervención del viento, sino textura: «Son piezas para ver y tocar; disfrutar de las texturas, el volumen, acercarse al bronce y verlas desde atrás, desde donde no se suelen observar, una perspectiva diferente».

Su «Caracol» será para muchos reconocido. Se acercó a uno de los edificios de la calle Puente y Pellón y allí, cerca de un balcón, decidió quedarse. Mientras, su mariposa de bronce y acero, crisálida incluida, pega sus patas en la Hacienda Santa Ana, invitando a adentrarse en la exposición y conocer el resto de esculturas que se exhiben en Tomares. «Renacimiento», así la bautizó, voló desde la Iglesia de Salteras. En la Calle Real de Castilleja de la Cuesta reptan las «Lagartijas» de cuatro metros, también de Chiqui Díaz. Con agarres especialmente diseñados para soportar el peso de la pieza, adaptados a la ubicación, ambas son ejemplos de «escultura urbana que usa los edificios como soporte. Son puntos de referencia que dan seña de identidad, sin quitar protagonismo al edificio», explica el artista. Un concepto que recuerda La Pedrera en Barcelona o la Casa de Las Conchas en Salamanca. Como reza el catálogo de Chiqui Díaz: «La casa del Caracol en Sevilla, ¿por qué no?». Sus «Ánsares volando» oscilan y giran 360 grados según el viento en la Avenida de Las Marismas, de Los Palacios. Veletas al igual que los «Ánades reales». «Arte Flamenco» fue seleccionada en el Certamen de Naturaleza de Estados Unidos. Se trata de un estudio del reparto del peso, justo a la inversa de como suele hacerse: «La base está arriba y la parte más pequeña abajo. Conozco el material. Así me seguro que la escultura aguante fuertes vientos y hasta gamberros, que ya han celebrado la victoria de su equipo de fútbol escalando por la figura».