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No todos los entrenadores eran malos, pero salieron del Betis peores

No se crean ni lo que yo les diga. Hasta que lo anuncie el negociado de propaganda de Jabugo van a aparecer los nombres de

No se crean ni lo que yo les diga. Hasta que lo anuncie el negociado de propaganda de Jabugo van a aparecer los nombres de entrenadores a docenas, los de futbolistas a medias raciones y la de cambios en la entidad a puñaítos, pero el único que sabe de verdad lo que va a pasar es el que suele enfollonarlo todo jugando a especialista de la cosa deportiva, y no miren para Momparlet, que figura menos que la placa con el nombre de Hugo Galera en la fachada del estadio.

Por eso, la verdad, yo no sé si a Tapia le han quitado la silla o a Antonio sólo le tiemblan las piernas tras el 3-0 de Soria. En otro club, unas cuantas horas después de nacer el rumor ya está taconeando su verdad encima de las teles de las peñas o amortajado, pero en el Betis suelen curarse al aire libre como los chorizos en la sierra, y pasan los días y los días sin que nadie del club se acerque siquiera a ver cómo huele.

Habrá quien piense que el relevo del entrenador no es la solución a los males del equipo. Si lo oyen y tienen oportunidad pregúntenle a quien lo dice cuál es la solución entonces, porque en este caso no hay razón alguna para jugarse el ascenso al verde o al blanco del tapete ruletero: el equipo no le gana a nadie, su juego es desastroso, no se ve la mano del entrenador ni cuando da el pésame tras los partidos, los fichajes que aconsejó fracasan y el vestuario, tal como se publicaba ayer en estas mismas páginas, tiene mil reproches que hacerle.

Claro que la historia no es nueva y la lista de cadáveres de entrenadores de los últimos años llega desde el final de La Palmera a la Glorieta de los Marineros. No todos eran malos, pero tras su estancia en el club verdiblanco salieron peores. Antonio Tapia no será una excepción.

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