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«Foxá no sólo decía cosas hermosas sino también cosas importantes»

«Foxá no sólo decía cosas hermosas sino también cosas importantes»

Luis Sagrera y Martínez-Villasante _ Diplomático

—¿Cuál diría que era el rasgo principal de la personalidad de Foxá?

—Su brillantez. Tanto la de su estilo literario, enraizado en el modernismo de Rubén Darío y de Juan Ramón Jiménez, como la que derrochaba en su conversación.

—¿Y sus principales virtudes literarias?

—Es difícil resumirlas en la brevedad de una respuesta. Pienso en el cromatismo de su prosa, en la expresividad de sus comparaciones y metáforas, en la agudeza de su percepción. Y junto a lo deslumbrante de su estilo, la profundidad de su pensamiento. Como se recoge en alguna página de esta biografía, Agustín de Foxá no sólo decía cosas hermosas sino también cosas importantes.

—Usted, como él, es diplomático y escritor. ¿Se encuentra más similitudes?

—Supongo que habla usted en broma. El que se haya publicado un libro con lo que investigué en la obra de Agustín de Foxá y sobre lo que sus familiares y amigos dijeron y escribieron sobre él, no me convierte en escritor ni mucho menos en uno que se le pueda comparar.

—Foxá se casó en Sevilla, ciudad en la que se ha prohibido un homenaje literario a su figura, ¿sabe si tuvo más vínculos con esta ciudad?  

—En este momento no recuerdo ninguno.

—¿Qué pensó cuando el Ayuntamiento de Sevilla censuró ese homenaje literario en el cincuentenario de la muerte del escritor?

—Fue algo hoy tan anacrónico y fuera de lugar que no pensé en nada especial.

—¿Sospechó alguna vez que la Ley de Memoria Histórica sirviera de excusa para censurar actos literarios?

—Nunca se me ha ocurrido pensar que, en una democracia, una norma legal pueda justificar la censura.

—¿Lo de legislar sobre la memoria puede convertirse en algo orwelliano?

—Me parece sugerente esa relación de ideas, pero conste que es usted quien lo ha dicho.

—¿Sabía que gracias a esta censura, en la Feria del Libro Antiguo de Sevilla Foxá era uno de los autores más requeridos y que las ventas de sus libros se han multiplicado por quince en tres meses?

—No estaba al corriente pero tampoco me extraña. Cincuenta años después de su muerte, mucha gente sigue queriendo comprar libros de Foxá. No es, por tanto, nada anormal que el interés aumente después de un episodio como el de Sevilla, que ha tenido tanto eco mediático.

—El poeta ruso Ossip Mandelstam dijo que la URSS era el país que se tomaba más en serio la poesía, porque mataba por un poema, a lo peor es que el Ayuntamiento de Sevilla se toma demasiado en serio la poesía ¿no?

—¿Y por qué no?

—La delegada municipal de Cultura justificó el veto a ese homenaje, ¿considera esto propio de un gestor cultural en plena democracia?

—No me gusta hacer juicios de ese tipo cuando no conozco todos los datos y circunstancias de los hechos en cuestión.

—¿Qué le parece que Felipe Alcaraz, que también es escritor, sostenga que Agustín de Foxá es un escritor de baja calidad?

—Errar es humano. Sin embargo, quienes defendemos en serio la libertad no podemos negar a nadie el derecho a opinar libremente sobre sus escritores preferidos y preteridos.

—¿Es cierta la anécdota de que unos milicianos fueron a asesinar a Foxá y se zafó de ellos porque se puso a hablar en inglés?

—No la recuerdo exactamente. En mi biografía recojo una anécdota similar relativa a un momento en que, refugiado en casa de unos familiares, Foxá logró, leyéndoles versos, distraer a unos milicianos que se presentaron para detenerle.

—Tengo entendido que Foxá hacía chistes con el nombre tan largo de la Falange ¿Fue un falangista ortodoxo?

—Si fue o no un falangista ortodoxo habría que preguntárselo a un falangista de su época. Lo cierto es que Foxá fue amigo y admirador de José Antonio Primo de Rivera, sobre quien escribió no pocos elogios. Sin embargo, a mí no me cuadra la personalidad nostálgica y lírica de Foxá con el espíritu revolucionario y volcado hacia el futuro de la Falange de los años treinta.

—¿Su buen humor y no poder aguantarse hacer un buen chiste le granjeó problemas en su carrera diplomática?

—Sin ninguna duda. Podría casi decirse que se fue cavando su propia tumba. Pese a su generosidad y a ser un hombre enormemente humano, no hay duda de que sus ironías le fueron creando no pocos enemigos.

—Curzio Malaparte contó los esfuerzos de Foxá por salvar a 18 españoles hechos prisioneros con el uniforme soviético. ¿Se imagina a algún poeta comunista viajando en trineo a 40 grados bajo cero durante varios días para salvar a ocho fascistas vestidos con el uniforme alemán aunque fueran españoles? 

—El ser humano es imprevisible. También se da el caso de que personas que le conocieron bien nunca hubieran imaginado a Foxá capaz —como lo fue realmente— de protagonizar un episodio tan valiente y profundamente humano como el que relata Curzio Malaparte (en «Diario de un extranjero en París»).

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