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Hoy hace 120 años que nació la Niña de los Peines, egregia autoridad del cante

Hoy hace 120 años que nació la Niña de los Peines, egregia autoridad del cante

Cuando aquel 10 de febrero los muros del número 19 de la calle Butrón, costana angosta del entresijo sevillano que hay entre la Puerta Osario y San Román, recibieron el eco de su llanto, ni Gayarre, el insigne tenor que acababa de fallecer, podía imaginar que ese sollozo se terminaría transformando en una de las quejas más acendradas de la cultura andaluza. América celebraría a Gardel y España a Pastora, gitanita de padres buscavidas, El Paíti y la de Calilo, que acabaron confluyendo en los callejones de Serva la Barí para traer al mundo a Arturo, la Niña y Tomás, tres genios del cante que terminaron de echar los cimientos al arte flamenco. Pastora Pavón Cruz cumple hoy 120 años. «Péinate tú con mis peines, que mis peines son de azúcar», le escuchó cantar a un ciego de Pilas por tangos, según cuenta su biógrafo Manuel Bohórquez, cuando era una chiquilla que recorría las tabernas diciendo coplas con su hermano Arturo. Entonces nació la Niña de los Peines. Que sigue viva. La mujer murió en su casa de la calle Calatrava el 26 de noviembre de 1969. La cantaora aún suena en los anales de la historia del flamenco. Porque el legado de Pastora sigue siendo del futuro. Creó estilos propios aunque muchos lo nieguen. De hecho, todo lo que cantó fue suyo aunque lo aprendiera de otros. Cogió la petenera de Medina y la monumentalizó. Tranformó los folclóricos cantes de columpio en la bambera que le acompasó por fandangos el Niño Ricardo y que después metieron por soleá Naranjito de Triana y Paco de Lucía. Cantó a Negrete por bulerías. Se llevó a su terreno todo el repertorio levantino y malagueñero del Papa, Antonio Chacón. Lideró la ópera flamenca y después a sus detractores. Y estuvo en la fragua del concurso de Granada de 1922, donde conoció a Lorca y Falla y se reencontró con Zuloaga, el pintor para el que había posado durante su adolescencia en Bilbao.

La Niña de los Peines grabó 130 placas, en las que registró 258 cantes, un repertorio hasta entonces imposible para los artistas jondos. Por eso su obra sigue siendo un manual de consulta. Y su vida. Porque fue empresaria en un tiempo en que la mujer no tenía ni derecho al sufragio, además de madre soltera. Se casó con otro genio del cante, Pepe Pinto, y vivió su ocaso físico al socaire de la tasca que ambos tenían en La Campana, ese edén en el que Pastora dio fuste a la saeta de Sevilla.

Gardel, su coetáneo, sentenció: «Que veinte años no es nada». Pero la Niña de los Peines ya va por 120. Y los que si Dios quiere le quedan.

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