Espontáneo ataque por Alá

Entraron en el templo como turistas. En plena Semana Santa, cuando Córdoba, como toda Andalucía, como media España, vive unida en la calle su fervor más o menos católico, muy cultural y más todavía de arraigo. Más de cien —la mayoría de ellos mujeres con velo—, entraron de dos en dos, conectados mediante «walkie-talkies». Llevaban también cámaras de video, para grabarlo todo y colgarlo raudos en el youtube de la yihad, qué exitazo. Dentro de la Catedral cordobesa se celebraba un acto litúrgico. Ya en el interior, se reunieron y se postraron de hinojos. Rodeando al líder del grupo, garantizando su seguridad, cinco tipos. No estaba premeditado, qué va. Cuando fueron reconvenidos por la seguridad privada se produjo el pollo. Un navajazo a un guardia, golpes con una muleta y petición de refuerzos. Que vengan los nacionales. Hasta quince agentes tuvieron que intervenir para dar por zanjado un asunto que, dicen los accidentales turistas detenidos, «fue un acto espontáneo». Seguro.

A mí, qué quieren que les diga, empiezan a darme cierto miedo actos espontáneos tan poco espontáneos y tan cargados de simbolismo. Tan ofensivos. Hemos pasado de la petición buenrrollista de rezo compartido en la Catedral cordobesa —antes Mezquita, antes aún templo paleocristiano— a un ataque en toda regla. Y no sólo a unas creencias mayoritarias en nuestro país —antes Al Andalus, antes aún Hispania, antes...—, sino a nuestra cultura, a nuestros lazos de unión como pueblo. Que esto haya pasado en Miércoles Santo me toca especialmente la fibra sensible de cierta parte. El Obispado de Córdoba, de manera previsora y estratégica, ya ha negado en múltiples ocasiones el rezo compartido en su templo principal. Confío en que ahora, los apóstoles de la venida del buen rollo, el diálogo y el entendimiento, esos que también salen en las procesiones —muy a menudo como autoridad—, entiendan de qué se trata.