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«En una guerra civil, la condición de verdugo nunca es patrimonio de un bando»

«En una guerra civil, la condición de verdugo nunca es patrimonio de un bando»

POR ALFREDO VALENZUELA

-Comprenderá que empiece preguntándole por la procedencia de su apellido...

-Probablemente algún antepasado mío haya vivido en Sevilla pero nunca hice investigaciones genealógicas en ese sentido. Mi ascendencia paterna inmediata es francesa y, por parte de madre, todos mis ancestros proceden de las viejas provincias de la Francia católica. ¡El único idioma extranjero que domino es el alemán!

-¿Conoce bien Sevilla?

-He estado varias veces. De la Giralda al Alcázar, se va de emoción en emoción. Pero como en todos los grandes centros culturales europeos la dificultad estriba en escapar a la marea de turistas.

-¿La Historia no tiene marcha atrás?

-No se reescribe la Historia, eso es seguro. Pero es verdad que las mismas causas producen los mismos efectos. Hay lecciones que podemos extraer del pasado. Hoy en día, la ignorancia de las leyes de la Historia es la causa de innumerables catástrofes políticas.

-¿Manipularla es tan fácil como parece?

-Sí, desde el momento en el que se parte de la ignorancia. Ahora bien, conocer la Historia no es fácil, requiere un esfuerzo. Hacemos mentir a la Historia cuando juzgamos el presente en nombre del pasado. El anacronismo es un pecado intelectual muy habitual. También hacemos mentir a la Historia cuando la interpretamos según divisiones simplistas, binarias, maniqueas. El bien contra el mal; la izquierda contra la derecha; el progreso contra la reacción;... La Historia, por definición, es compleja y obedece a una multitud de factores, no a una causa única.

-¿La ignorancia puede ser tan dañina como la maldad?

-Sí, pero no podemos reprochar al ciudadano medio su ignorancia en materia histórica. Los culpables son los que no enseñan el pasado o, peor, los que lo deforman. A veces, la escuela o la universidad; a menudo, los medios de comunicación y, siempre, la corrección política.

-¿La aversión al sufragio universal, históricamente, ha sido más pronunciada en la izquierda que en la derecha?

-En todos los casos, desde los revolucionarios franceses de 1793 hasta los revolucionarios rusos de 1917, sin olvidar a los revolucionarios españoles de 1930, hemos visto a menudo a gente asumiendo el poder del pueblo negando a ese mismo pueblo el derecho de expresarse en el caso de que no pensase como ellos.

-¿Qué le parece la Ley de Memoria Histórica?

-Reabrir los pleitos del pasado puede ser peligroso, sobre todo cuando se trata de acontecimientos muy remotos, cuyos actores principales han desaparecido o son muy ancianos. En una guerra civil la condición de verdugo y de víctima nunca es patrimonio de un bando ni tampoco es hereditaria. Como historiador, en fin, añadiría que nadie sabe qué hubiera ocurrido si la guerra de España la hubiera ganado un contendiente en el que comunistas, trotskistas y anarquistas tenían mucho más peso que republicanos moderados.

-Víctor Hugo, que no fue precisamente un reaccionario, abogó por no eliminar monumentos y vestigios del pasado, ¿qué le sugiere la fiebre de cambio de nombres de calles que vive España?

-Como en las civilizaciones primitivas, cuando un brujo quema un tótem pensando que así se desembaraza de un enemigo. Cuando quiten el nombre a todas las avenidas del general Franco y derriben todas sus estatuas, seguirá siendo el hombre que gobernó España casi cuarenta años. Mejor que intentar hacer magia, sería ejercer la inteligencia crítica, lo que sería útil para los incondicionales de todos los bandos. ¿Cuál es el balance del franquismo? ¿Cuáles fueron sus aspectos negativos? Pese a todo, ¿qué herencia dejó? «Usted ha sido positivo para España », dijo el general De Gaulle en 1970, cuando lo recibió Franco.

-El jefe de la policía de la Comuna de París trató de diseñar una guillotina a máquina de vapor para cortar 300 cabezas diarias, ¿por qué estos psicópatas se «olvidan» cuando han sido «progresistas»?

-Es un caso extremo, por supuesto. Pero todas las revoluciones modernas, desde 1789, parieron a asesinos desaforados en nombre del «progreso». «Os obligaremos a ser libres», decía un jacobino a quienes rechazaban la política antirreligiosa de la Revolución Francesa.

-¿Por qué la expansión del Islam hasta Poitiers resulta más simpática que las Cruzadas?

-Por razones que no tienen nada que ver con la Historia, sino con la ideología dominante. Por una mezcla de mala conciencia occidental, de remordimientos a causa de la colonización europea y de anticristianismo. Al final, el relativismo o la admiración al otro se convierte en odio a uno mismo.

-¿Cómo ha sobrevivido tanto tiempo el mito de la tolerancia de Al-Andalus?

-Por lo mismo, por razones que se encuentran en la sociedad de hoy. Siendo Europa multicultural, nos consuela decir que el multiculturalismo merece la pena, que preserva la paz civil. Pero, desde el punto de vista histórico, es un mito.

-¿Los Reyes Católicos fueron antisemitas?

-Es una palabra-trampa por estar asociada al nazismo. Una vez más, cuidado con el anacronismo. En el sentido contemporáneo del término, no eran racistas. Estaban rodeados de personalidades de origen judío. Su proyecto de unidad de España exigía una unidad religiosa que pasaba por imponer el catolicismo. Frente a la Reforma protestante, los reinos de Francia e Inglaterra o el Sacro Imperio Germánico adoptaron el principio según el cual los sujetos profesan la religión del Príncipe. Es incomprensible en nuestros tiempos, pues consideramos un derecho la libertad religiosa y la libertad de conciencia. Pero, repito, no se entiende el pasado aplicando los criterios del presente.

-¿Lo políticamente correcto es una forma cada vez menos sutil de censura?

-En todos los casos es una forma de censura que se ejerce mediante la violencia psicológica y que lleva a lesiones de la libertad de expresión, cuando no directamente a limitaciones profesionales. Es cierto que se trata de un fenómeno cada vez menos sutil, pues se trata de una simple negación de la realidad y esta negación de lo real es tan mendaz que no resulta siquiera creíble, pues es desmentida por los hechos.

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