Hazte premium Hazte premium

«Los poetas son gente susceptible desde hace más de dos mil años»

Andrés Soria_Catedrático de Literatura

«Los poetas son gente susceptible desde hace más de dos mil años»

Catedrático de Literatura Española de la Universidad de Granada, Andrés Soria Olmedo es comisario de la exposición sobre la Generación del 27 «Aquel momento ya es una leyenda», que aún puede verse en el convento de Santa Inés, y autor del libro «Las Vanguardias y la Generación del 27» (Visor)

—¿Qué le parece cuando señalan a los del PP como los herederos de los que mataron a García Lorca?

—Me parece mal, ya que el PP es un partido democrático, y quienes asesinaron a García Lorca eran enemigos de la democracia.

—¿Por qué entonces las visitas del presidente Aznar a Rafael Alberti sentaban tan mal?

—La visita de un presidente constitucional a un poeta honra al político. Otra cosa es que Alberti estuviera en plenitud de facultades cuando se produjeron esas visitas.

—¿Qué le parece la afirmación de que «al final de su vida Alberti terminó creyéndose sus propias memorias», hecha por su biógrafo Hilario Jiménez Gómez?

—«La arboleda perdida» es un libro fantástico y veraz. Lástima que su última parte haya sido un poco censurada. —¿Por qué se le ha llamado «Generación de la amistad» a la del 27, con lo mal que se llevaban entre ellos?

—Porque no es cierto que se llevaran tan mal. En un grupo extenso y a través de tantos años, las pruebas de amistad en circunstancias muy graves sobrepasan a las faenas, celeras y rivalidades de todos los artistas.

—¿Por qué es tan difícil la amistad entre poetas?

—Que son gente susceptible lo sabía Horacio hace más de dos mil años: «Genus irritabile vatum». Y le tomo un título reciente a Juan Cruz, «Egos revueltos».

—¿Qué le parece la visión que da Antonio Muñoz Molina en su última novela sobre Alberti, María Teresa León, Salinas y Bergamín? 

—Me parece coherente con la lógica interna de su novela, determinada por el tiempo y el espacio. El punto de vista no es el de «Muñoz Molina», sino el de un narrador ceñido a la ficción que tiene que contar. Tampoco hay una «visión» de esos personajes desde fuera de esa historia. Sin entrar en detalles, Salinas aparece como personaje y, a la vez, circunstancias de su vida se incorporan a la historia del protagonista, Ignacio Abel, que es ficticio.

—¿Desde el punto de vista humano quien le parece más inquietante, Bergamín o Neruda?

—Desde el punto de vista humano, otro latinajo: «Homo sum, et nihil humanum a me alienum puto», Terencio. Como escritores, los dos tienen páginas memorables.

—¿Altolaguirre fue la mejor persona de esa generación?

—¿De verdad importa? ¿Mejor persona que quién? ¿No valdría más recordar siquiera un verso suyo?

—¿Los diarios de Carlos Morla Lynch, recién publicados en su integridad, son básicos para conocer las relaciones entre estos poetas?

—Lo sustancial de su primer tomo, «En España con Federico García Lorca» está a disposición de los lectores perspicaces desde 1958. Los aumentos textuales no son determinantes; sigue siendo un libro único para conocer la vida cotidiana entre 1928 y 1936. El nuevo, «España sufre», publicado en Renacimiento con prólogo de Andrés Trapiello, es todavía más singular, porque es la crónica de la Embajada de Chile, donde se refugió gente de derechas y de izquierdas. El diplomático Morla veló por todos en la medida en que pudo.

—¿Por qué el fusilamiento de José María Hinojosa permanece casi desconocido, porque era mal poeta o porque lo mataron los republicanos?

—El fusilamiento de Hinojosa no permanece desconocido, ni poco ni mucho. Su vida y su obra está muy bien estudiada por Julio Neira, y no era mal poeta. 

—¿Entre lo más raro del centenario de Miguel Hernández está que lo conmemoren con banderas anarquistas, a él que fue comisario comunista?

—Hoy basta con recordar que era «rojo». Y que acaban de rehabilitarlo, en virtud de la Ley de Memoria Histórica.

—¿Qué le parecen desmitificaciones de la Generación del 27 como la efectuada por Antonio Orejudo en su novela «Fabulosas narraciones por historias»?

Bien. Depende del ingenio de quien haga la parodia, teniendo en cuenta que satirizar esos años es un auténtico subgénero narrativo, ya empleado por Woody Allen o por Angus Wilson.

—¿Ya no hay vida literaria como la de antes?

—¿Antes de cuándo? Los veinte y los treinta del siglo pasado estuvieron dominados por lo que Shattuck llamó «La era de los banquetes»; Umbral narra el momento de los sesenta en que llegó al Café Gijón. La vida literaria de «antes» corría pareja con los cafés. ¿Se ha cerrado un ciclo entre La Fontana de Oro y ese Gijón de Umbral? ¿El paso siguiente son los blogs?

—¿Y ya no hay tertulias porque nadie tiene nada que decir o porque nadie sabe escuchar?

—Todo es relativo. Yo creo que la gente se sigue reuniendo y hablando.

—¿Le ha sorprendió cómo se saldó el enfrentamiento entre José Antonio Fortes y Luis García Montero?         

—El episodio jurídico me sorprendió, pero hay que acatarlo. Como proceso, anterior y posterior a aquel episodio, la relación de  Fortes con García Montero, entre otros, es de  envidia, disfrazada  de una retórica de «análisis marxista» que Lenin calificó de «enfermedad infantil». Pasados los sesenta, es grave.

—¿Cuál es la principal originalidad de la exposición «Aquel momento ya es una leyenda»?

—La presencia simultánea de todas las artes y la frecuencia de su intercomunicación, a pesar de una situación política de dictadura. En 1927 y 1928 se aprendió nuevo cine y nueva arquitectura, se hizo música, poesía, prosa, teatro, pintura y escultura. El nivel medio fue extraordinario. Exponer muestras de todo nos sigue sirviendo de lección y de leyenda hoy.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación