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Manipular a una generación

A mi generación le están tendiendo una trampa cruel, empujándola sibilinamente al callejón sin salida del odio. Valiéndose de la célebre —aunque nunca suficientemente conocida por el electorado— técnica de la acción-reacción-acción, y dado que han perdido el tren de la generación que ganó la guerra —ya casi todos fuera de combate o de esta vida— ahora van a por nosotros, los hijos de quienes se enzarzaron en aquella lucha atroz.

Saben muy bien que:

1º Nadie sigue ya a Franco, pero tampoco le aborrece tanta gente, al menos no hasta el extremo de ajustar cuentas con él.

2º Se han apagado los rescoldos de aquellas amenazas que pusieron en peligro cada día la Transición, empezando por el terrorismo activo y terminando por el golpismo.

3º El pueblo español sólo quiere vivir en paz y poder pagar la hipoteca. Pero no le importaría que, de paso, sus hijos estuvieran bien educados y formados con la suficiente pericia como para competir en el mercado de trabajo europeo.

4º A nadie le preocupa el mapa hedonista del clítoris (empezando por las mujeres), pero sí que las denuncias falsas por malos tratos —y por cualquier cosa— sean fulminantemente desestimadas y perseguidas, así como que se defienda la alegría de los niños por tener un padre y una madre desde que aprende a reconocerlos hasta que se mueren en su compañía.

5º No hace ninguna falta una ley de libertad religiosa porque ya hay libertad religiosa desde hace muchos años. A no ser que lo que se quiera sea acabar con la libertad (de expresión) de la religión que profesa la inmensa mayoría.

6º Corrupción y fragmentación nacional son dos conceptos que, por desgracia, han mancillado nuestra democracia hasta confundirse con ella.

7º Además y por encima de los partidos están las personas como candidatos y el derecho del ciudadano a votar a una persona, al menos en pie de igualdad con las listas cerradas presididas por las siglas de una organización.

8º Y la vida misma. Porque nada de lo que precede será ni siquiera un sueño para quienes en este mismo instante están siendo quemados, descuartizados, decapitados o envenenados antes de pasar al bidón de los residuos sanitarios.

Nos quieren llevar, como dije, otra vez al campo de batalla de un rencor atávico que pasa por la eliminación física del otro. Y todo para ganar una guerra que perdieron. Pero como también han perdido la oportunidad de perdonar y el tiempo de olvidar emocionalmente, ahora nos quieren echar a pelear a los hijos de ambos bandos. Nos quieren provocar deshonrando la memoria de nuestros padres. Pero no saben que nosotros sí tuvimos una escuela de perdón y de olvido, que fueron, precisamente, quienes nos enseñaron a vivir.

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