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misa y procesión de la nueva beata

La Amargura recibió el beso de las Hermanas

Cuando las monjas entraron en San Juan de la Palma se sorprendieron de que la Virgen las esperara bajo su altar

KAKO RANGEL

javier macías

La Virgen rodeada de ángeles. Ésa fue la imagen de la crónica de un día hermoso para las Hermanas de la Cruz y la Amargura. Como ya ocurrió en la Catedral en noviembre de 2004 cuando se cerró el proceso de Beatificación de Madre María de la Purísima ante el paso de la Virgen de la Amargura —que celebraba su L aniversario de la coronación—, los actos de la Beatificación también terminaron ante la Virgen por la que Santa Ángela y la nueva beata sentían más devoción .

La hermandad quiso que la Amargura dejara su camarín y bajara para recibir a las Hermanas con la corona de oro y el rosario de Madre María de la Purísima. A su lado, un cuadro de Santa Ángela y otro de la beata. Era el regalo sorpresa de la hermandad a las monjas que, cuando llegaron al templo después de la procesión de la nueva beata, entre ellas comentaban emocionadas... «¡la Virgen ha bajado para recibirnos!».

Cuando el cortejo que acompañó a la nueva imagen realizada por Miñarro desde la Catedral entró en San Juan de la Palma, los hermanos con cirio hicieron un pasillo para que entraran las monjas hasta el altar . Sor Reyes de María, la Madre General, entró con la vara de hermano mayor de la Amargura y. al llegar ante la Virgen, besó su mano y cogió un pañuelo. A partir de ahí, le fue limpiando la mano mientras recibía el beso de las quinientas hermanas que se dieron cita, y que fueron rodeando a la imagen en el presbiterio. Era el broche de oro de los actos con motivo de la Beatificación de Madre María de la Purísima, tras una procesión medida y perfecta, con la única música de los cantos de las Hermanas de la Cruz y los aplausos constantes de todo el público que se dio cita a lo largo del recorrido.

La procesión de la beata

Hasta que no acabó la misa de acción de gracias en la Catedral, con media hora de retraso, no pudo comenzar a salir el cortejo formado por la insignia de Santa Ángela, de la Hermandad de la Amargura, que abría la procesión; un tramo de cien cirios de hermanos de San Juan de la Palma; un tramo de monjas y novicias de la Compañía de la Cruz; el estandarte de la corporación y la junta de gobierno con cirios; los acólitos; cuatro niñas tirando flores al paso de las andas de la beata y, tras ella, un largo cortejo de monjas presidido por el arzobispo Juan José Asenjo Pelegrina, y la Madre General. Era una estampa única, que no cesó de recibir aplausos durante todo el recorrido .

Las andas, pertenecientes a la Hermandad de Montesión, iban elegantemente exornadas con claveles blancos en las jarritas, la reliquia de Santa Ángela y los angelitos de entrevaral del paso de palio de la Amargura. Todo estaba medido al detalle. Desde la formación del cortejo hasta la estética y la forma de andar del mismo.

Al paso por el Ayuntamiento, Monteseirín fue abucheado por un grupo de personas al grito de «fuera, fuera» , antes de realizar la ofrenda floral a la beata. Un alcalde que no hizo acto de presencia en el Estadio Olímpico el pasado sábado y que tuvo algún que otro problema para colocar el ramo a los pies de la imagen.

Durante el recorrido, las hermandades de Pasión, el Amor, el Rocío de Sevilla, los Panaderos —con la Virgen ya en el paso para su coronación— y la Lanzada realizaron sendas ofrendas florales. Y más flores cuando la beata alcanzó la cancela de entrada de San Juan de la Palma. Una alfombra de pétalos que formaban la Cruz de Malta. Era el penúltimo regalo de la Amargura.

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