La violencia como fenómeno social
¿Cómo se compagina nuestro elevado nivel cultural con esa inusitada brutalidad, propia más bien de tiempos pasados?
¿Cómo se compagina nuestro elevado nivel cultural con esa inusitada brutalidad, propia más bien de tiempos pasados? ¿Es la violencia un fenómeno natural, inscrito en nuestros genes, o se trata más bien de algo cultural, aprendido?
Reconocer que debajo de la capa de civilización y de progreso pueda esconderse una salvaje brutalidad nos llena de inquietud. Diversos factores explicarían la persistencia de los comportamientos violentos: el cambio social, que cuando afecta a las estructuras sociales con profundidad y rapidez, se percibe como crisis; el desarrollo tecnológico, que produce armamento cada vez más mortífero, asequible y manejable; la creciente urbanización: tanta gente conviviendo en tan poco espacio da lugar a inevitables fricciones y conflictos; los movimientos migratorios, que pueden estimular reacciones xenófobas; algunos rasgos del estilo de vida propio de nuestra cultura actual: individualismo, competitividad, estrés, agresividad, búsqueda del triunfo a toda costa, frustración; la crisis de la familia: por ejemplo, la ausencia del padre produce carencias en la socialización de muchos varones, que crecen asilvestrados; la perpetuación del círculo vicioso de la violencia doméstica: adultos maltratadores que de niños fueron testigos o víctimas de maltrato; la droga, causa de muchos delitos; en un plano más cultural, la libertad entendida como emancipación, que da lugar a la anomia; el papel de los medios de comunicación. Estallidos inesperados ponen de relieve la vulnerabilidad de nuestra trama institucional, mucho más frágil de lo que nos gustaría admitir.
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