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Columnas / la tribu

Huir o quedarse

Si es mentira cuanto dicen y Rafael Velasco ha salido huyendo, de ser verdad, ¿qué hubiera hecho?

Día 27/10/2010 - 22.15h
Nada tengo contra Rafael Velasco, bien lo sabe Dios, pero sí con su precipitado abandono de cargos políticos en el PSOE. Si al primer golpe cae en la lona y cuentan diez y no se levanta, o muy grande —y muy cierto— ha tenido que ser el golpe, o poco aguante tiene el púgil. Los políticos nos demuestran todos los días que aguantan más que unas suelas de goma, unas veces merecidamente y otras, sea dicho, por injusta o excesiva caña. Por eso extraña tanto que Rafael Velasco, metido en los sanfermines de la política, haya salido corriendo no al verle al toro los cuernos sino al imaginar al bicho, sólo al oírlo nombrar. Yo estoy dispuesto a creerme todo lo que diga Velasco; después, ya veremos. Pero lo que no es de recibo en un político de su cargo es que salga corriendo, como amante sorprendido, y el argumento sea la socorrida «cacería política».
Rafael Velasco no es la única víctima —en el caso de que cuanto argumente sea cierto, y sea falso todo lo que dicen de él y los dineros a la empresa de su mujer— de una calumnia, ni de una cacería. Pero sí es de las primeras en coger el petate y quitarse de la vista, adiós cargos, adiós nombre en primera línea diaria. Si Rafael Velasco está seguro de que todo es, como dicen algunos de los suyos, «una cacería canalla», los primeros que tendrían que cerrar filas en torno a él serían los suyos, y se cierran no admitiéndole la dimisión, y no diciendo que se va por vergüenza torera y por no dañar a su familia. Hay que aguantar. La política, como otros sectores de la sociedad, requiere cintura, saber encajar, cierta invulnerabilidad, y después, la mala leche suficiente para desmontarle al enemigo su argumento. Porque sería un caso único que sólo por no darle disgusto a nadie, y sabiéndose libre de culpas, alguien se va en cuanto le dicen «¡jé!» Así que su espantá —y que me perdone si no es por eso— nos hace imaginar que o bien tiene culpas o bien más miedo que Drácula en una tienda de crucifijos. Una honra cuya entereza pueda demostrarse —aunque para ello haya que esperar— no corre; si acaso, calla, reflexiona y piensa despacio por dónde le han atacado traicioneramente y cómo puede devolver el golpe, o cómo puede demostrar que se trató de una infamia. En un caso así, huir es una especie de callada por respuesta. Así que menos huida entre coros que hablan de «ejemplo de generosidad», y parar el toro y cortarle las orejas y dejar en bragas a quienes lo han señalado. Porque si es mentira cuanto dicen y ha salido huyendo, de ser verdad, ¿qué hubiera hecho?
barbeito@abc.es
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