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Columnas / EL ÁNGULO OSCURO

Pluma en ristre

Sigo cumpliendo mi misión de descubrir al lector español el genio de Leonardo Castellani; y en ello hallo la gracia del vivir

Día 13/11/2010
TODOS venimos a este valle de lágrimas con alguna misión modesta que no suele coincidir con las misiones farrucas y altisonantes que, en nuestro engreimiento, solemos arrogarnos; y en cumplir esa misión que nos ha sido asignada está la gracia del vivir. Yo descubrí esa misión cuando cayó en mis manos un libro de un tal Leonardo Castellani, un escritor argentino del que jamás había oído hablar; aunque para ser más preciso, el libro no «cayó» en mis manos, sino que en ellas lo puso Fabián Rodríguez Simón, Pepín para los allegados, un muy querido amigo porteño, librepensador y un poco comecuras, capaz sin embargo de reconocer el genio allá donde florece, aunque sea en terrenos tan adversos como los que merodeó Castellani, que fue siempre un paladín de la ortodoxia católica (un paladín magullado y escarnecido al modo quijotesco, convendría añadir). A Pepín le sorprendía sobremanera que un escritorazo como Castellani —ninguneado por la cultura oficial argentina— no fuera tampoco conocido de la mayoría de los católicos; y apostilló, sarcástico: «¡Así se entiende que os vaya tan mal!».
Que Leonardo Castellani no fuera reconocido ni siquiera entre los suyos tiene una explicación teológica desgarradora, que Jesús anticipa en su sermón de despedida, cuando anuncia la forma más pavorosa de persecución, reservada a sus seguidores más leales, que es la persecución que se ejerce a la vez desde fuera y desde dentro: «Os expulsarán de las sinagogas; e incluso llegará la hora en que os matarán y pensarán que con eso hacen un servicio a Dios». Castellani, fiel a la vocación de «bandera encontrada» o «signo de contradicción» (hoy diríamos «mosca cojonera») que el viejo Simón atribuyó al propio Jesús, fue un incansable polemista que combatió los desvaríos antirreligiosos de nuestra época; pero también combatió —¡ay, osado!— con igual brío el fariseísmo que corrompe a la Iglesia y a sus jerarquías, que sufrió en sus propias carnes.
A rescatar del olvido a este Chesterton entreverado de Leon Bloy, que «con todos se peleó, salvo con Dios», dediqué mis esfuerzos desde entonces. Leonardo Castellani, que cultivó todos los géneros literarios y en todos derramó su estilo vibrante y recio, brilló con luz fulgurante en el género periodístico, que quizá sea el que mejor se amolda a su genio nervioso y combativo. Una selección de sus artículos junté hace un par de años en «Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI», publicado por la editorial LibrosLibres, que para mi sorpresa (y alborozo) fue un pequeño éxito; y ahora he juntado, para la misma editorial, otra que he titulado quijotescamente «Pluma en ristre», esta vez con escritos que hasta la fecha habían permanecido inéditos en libro. En ellos, Castellani aborda los más diversos asuntos humanos —políticos, económicos, filosóficos, culturales—, contemplados siempre bajo una luz divina; y es esta luz unificadora lo que le permite ser a un tiempo polemista y apologeta, en una simbiosis rara y deslumbrante que lo convierte en eso que los franceses llaman un maître à penser: alguien que, a través de sus reflexiones, no sólo nos invita a reflexionar, sino que nutre de esqueleto y musculatura nuestras reflexiones, que a la vez que estimula y vigoriza nuestra inteligencia la impulsa por caminos nunca transitados.
Con este Pluma en ristresigo cumpliendo mi misión de descubrir al lector español el genio de Leonardo Castellani; y en ello, aun a sabiendas de que me aguarda su mismo destino, hallo la gracia del vivir.
www.juanmanueldeprada.com
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