Hazte premium Hazte premium

¿Qué fue del 4 de diciembre?

M.BENÍTEZ

Ni los propios organizadores preveían aquella explosión de andalucismo colectivo. Se vieron desbordados por unas masas que se rebelaron para quitarle la razón a Ortega y Gasset, que nos negó a los andaluces la capacidad para levantarnos frente al poder establecido. Aquel 4 de diciembre de 1977 se pierde en la bruma de esa parte de la historia que no le gusta recordar al Régimen. Prefieren agarrarse al 28 de febrero para echarle en cara el referéndum a la derecha, como si la política se redujera al pago de los errores pasados y ajenos al personal que la ejerce en cada momento.

El pueblo andaluz, como hay que decir según la guía ecofeminista que hemos pagado a escote en estos tiempos de crisis, reivindicó aquel día su derecho a existir. La UCD y el PSOE estaban trazando el futuro Estado asimétrico que después reivindicaría Maragall. Tres autonomías de primera y una serie de regiones a las que llegaría, como mucho, la descentralización de los servicios. Pero Andalucía rompió aquel mapa que dibujaron centristas y socialistas hasta el punto de incluirlo en una Constitución que preveía autonomías de dos velocidades. ¿Recuerdan? Las del café solo del 151 y las del cafelito con leche del 143… hasta que llegó Clavero y pidió café para todos. Así fue la historia aunque ahora quieran contarla del revés.

Porque aquel PSOE no era más autonomista que la UCD. Ni de lejos ni de cerca. Hasta que los sociatas se dieron cuenta —en cuestión de reflejos la izquierda le saca varios cuerpos de ventaja a la derecha— del nacimiento de ese andalucismo que podría servir de ariete contra la UCD. Porque las condiciones leoninas de aquel referéndum del 28-F fueron aprobadas por el Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados: que no se olvide esto, por favor. Luego llegarían el miedo de Suárez, la enrevesada preguntita y el kitsch de Lauren Postigo: andaluz, este no es tu referéndum.

De todo aquello hay miles de andaluces que siguen viviendo como si fueran los rentistas de ese nuevo latifundio que tiene nombre de finca global: Junta de Andalucía. Han pasado treinta y tres años de aquella manifestación y el cuerpo nos pide el tópico latino que le sirvió a Jorge Manrique para preguntarse por las glorias, las pompas y las vanidades ante el cuerpo inerte de su padre. Mas aquel ubi sunt , vulgo dónde están , no tiene sentido por la sencilla razón de que todos están colocados en la malla que han ido tejiendo durante estos años, en esa red clientelar que les sirve, además, para que pueda asentarse el imprescindible suelo electoral.

¿Dónde están aquellos progres que clamaban por la reforma agraria? Colocados en la Consejería de Agricultura o en el Observatorio de la Tagarnina. Ahora solo reforman el mobiliario de los despachos. Aunque para reforma, la de ese decretazo del enchufismo que viene a culminar un larguísimo proceso que ha durado, como se dijo antes, los treinta tres años que nos separan de aquella fecha más que simbólica. No tuvieron lo que había que tener para quitarles las tierras a sus propietarios. Por eso se dedican a esquilmar los bolsillos de los contribuyentes con esos impuestos que luego se gastan en la inmensa agencia de colocación del Régimen. La historia de Robin Hood pero cambiando los personajes de sitio y de clase social.

Las preguntas se vuelven amargas cuando se hacen sin el esparadrapo que tapa tantas bocas en esta Andalucía sometida al poder. ¿Dónde están aquellas ilusiones? ¿Dónde está aquella rebeldía del pueblo andaluz que con el tiempo se ha abonado al silencio de los corderos? Las respuestas caen por su propio peso, que en este caso es la insoportable levedad del ser andaluz.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación