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Columnas / la feria de las vanidades

Una serpiente en el tablón

El hacha y la serpiente, que tanta muerte y tanto dolor han provocado, sigue ganando batallas en el seno de esa progresía mal entendida

Día 15/01/2011 - 21.02h
Uno se precia de tener amigos en el infierno… y en el paraíso catalán. Un buen amigo, andaluz sin complejos y con una vasta cultura que nada tiene que ver con la basta incultura que nos trasmite el Régimen a través de Canal Sur, nos escribe desde el oasis convergente y divergente a un tiempo para desahogarse. Lean el correo electrónico porque es como la carne de membrillo que bordan en Puente Genil: no tiene desperdicio.
«Querido Paco. El otro día alguien en mi empresa —¡religiosa!— colocó en el tablón de anuncios de los trabajadores el último comunicado de ETA. Tal cual, con la serpiente y todo. Expreso mi perplejidad ante los compañeros más cercanos y todo el mundo entiende que es la difusión de una buena noticia y que no hay que buscar más allá. He trasladado una queja a la dirección de la empresa, ya que se ha usado el tablón para difundir mensajes de una banda de asesinos, y poco más o menos que me han mirado como un bicho raro al que hay que poner en cuarentena. Me imagino lo que pasarán en el País Vasco día tras día, comparado con esta minucia. El clima de comprensión social, tan cobarde, es la asignatura que nunca les hemos ganado a esos canallas. Ahora, a efectos públicos, ya soy un facha para mis jefes. Un fuerte abrazo».
¿Cómo es posible que en una empresa que se dedica al mundo de la cultura y que mantiene fortísimos lazos con la Iglesia se pueda colocar el comunicado de una banda de asesinos en el tablón de anuncios? La degeneración moral de España, la falta de músculo ético y estético llega a estos extremos impensables en cualquier país donde la democracia no sea una excepción sino una tradición. El hacha y la serpiente, que tanta muerte y tanto dolor han provocado, sigue ganando batallas en el seno de esa progresía mal entendida que se ha echado en los insaciables brazos del nacionalismo reaccionario.
Como bien nos dice este auténtico corresponsal —por sus venas corre sangre periodística— en el oasis catalán, «aquí, si quieres integrarte, tienes que aprender catalán y odiar al PP. Yo sólo paso por lo primero...» Hay que tener mucho coraje cívico y mucho valor para enfrentarse con la corriente dominante en esta España que se rinde, gobierne la izquierda progre o la derecha avergonzada, al nacionalismo excluyente para salvar el escollo de la aritmética parlamentaria. En Cataluña «se vive bien y la convivencia es pacífica mientras no cuestiones el status quo ni te metas en jardines políticos: ¿no te suena esto al franquismo?»
He aquí esa radiografía de España que toma la forma de una serpiente expuesta en el tablón donde se anuncia una nueva trampa con forma de tregua. Menos mal que siempre habrá individuos que no renuncian a los principios y que son capaces de llegar hasta el final. No se rindió ante los jefes ni ante los compañeros que lo tacharon de españolista. Siguió argumentando y razonando. Como en el poema de Blas de Otero, siempre nos queda la palabra. El último correo está teñido con el color de la esperanza: «He conseguido que quiten el cartel... pero tres días ha durado la infamia».
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