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Cuando lo «digital» es algo más que nombrar a dedo

Un coloquio sobre uso de redes sociales junta a los candidatos para iniciar la cibercampaña

EDUARDO BARBA

De la burbuja inmobiliaria a la burbuja cibernética. La clase política parece haber pasado de un ámbito a otro sin solución de continuidad. Arruinado y hasta denostado el mundo del ladrillo, ahora se adora el nuevo dios pagano, el de internet y el famoso 2.0, el sistema de las redes sociales, al que se encumbra por esa capacidad suya de poner en contacto a mucha más gente. Y eso, para los políticos, es una cuestión sagrada. Más gente, más votos. Resulta indudable que las redes sociales multiplican las posibilidades de trasladar el mensaje a más ciudadanos y encima, por el feedback popio de internet, permite que los ciudadanos contacten —al menos supuestamente— con los responsables públicos. Pero los dirigentes parecen en los últimos tiempos absorbidos por una espiral tecnológica en la que se ven obligados a aparecer sin que la controlen mínimamente. Cuestión de asesores, obsesionados con Facebook, Twitter, Tuenti, el blog y todo ese mundo virtual de tal modo que empiezan a trasladar una imagen un tanto frívola de la política.

El primer encuentro de los aspirantes locales se ciñó a alguna propuesta para la administración

Así pudo comprobarse ayer en el debate organizado en torno al uso de las redes sociales por los tres principales candidatos a las elecciones municipales de mayo en Sevilla, Juan Espadas, Juan Ignacio Zoido y Antonio Rodrigo Torrijos. Incómodos y con notorias carencias en este campo, los tres hicieron un intento, a veces loable, a veces lamentable, de parecer no sólo interesados en la materia sino incluso preparados. Nada más lejos de la realidad. «¿Qué diferencia hay entre un troll y alguien que simplemente les critica en las redes?». Esa leve pregunta del moderador provocó el sonrojo de los tres, incapaces de tomar la palabra ante la imposibilidad de entender el primer término —persona que sólo busca provocar intencionadamente a los usuarios o lectores de la web o del sistema—. Por una vez se cedían la palabra sin que nadie la tomara. Y es que para los no nativos, las redes no son más que una herramienta que deben utilizar por decreto sin haber usado normalmente.

Por eso nada en el fondo fue tan distinto en sus alocuciones de ayer ante un recinto abarrotado. Tras los políticos, en la pantalla, los cibernautas dejaban sus preguntas mediante Twitter. Pero al poco de empezar se pudo ver que no eran más que los habituales palmeros convertidos en ciberpalmeros. Uno identificado como MAVazquez (el director de campaña de Espadas es Miguel Ángel Vázquez), por cierto, colocaba constantemente mensajes de crítica a Zoido y a su falta de preparación en redes sociales. ¿Otro troll pero con cargo público? Tampoco fue muy distinto el discurso de la terna invitada, sumergida por obligación en la primera campaña de la historia de la política local lanzada y sustentada en esas redes. Los tres se quedaron muy cortos y abusaron de frases vacías ensalzando la participación, la comunicación y la recopilación de opiniones diarias de los ciudadanos. Ni siquiera fue un debate, sino que se fueron turnando para exponer alguna vaguedad sobre el ciberespacio.

Torrijos, fiel a su estilo, expuso la utilidad de las redes sociales pero abogando por un uso con «prudencia», mostrando, además, su rechazo a la «Ley Sinde» y a las connotaciones del proceso jurídico y legislativo que se abre con el «caso Wikileaks». El socialista Espadas subrayó que el político «está obligado a tener en cuenta cualquier herramienta que ayude a conectar con los ciudadanos», señalando que gestiona personalmente su perfil de Facebook y que, además, es el único que ha establecido un chat mensual. Zoido, por su lado, sí dejó al menos caer alguna propuesta algo más tangible, refiriéndose al open government , con contacto diario entre ciudadanos y concejales para «comprobar el grado de cumplimiento», y a los «plenos virtuales» para acercar la gestión pública a la gente «más allá de votar cada cuatro años».

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