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Más memoria de forma natural

Identificado un tratamiento que potencia la retención y previene el olvido

N. RAMÍREZ DE CASTRO

¿Recuerda con detalle el artículo que acaba de leer en este periódico? Sea cual sea su edad ¿quién no desearía mejorar su memoria? Una investigación, liderada por la Escuela de Medicina del Hospital Mount Sinaí de Nueva York y con participación española, ha encontrado un prometedor tratamiento —al menos, en ratas— que refuerza la memoria a largo plazo y previene el olvido. El tratamiento consiste en inyectar un factor de crecimiento insulínico (IGF-II), una molécula presente en el cerebro que es muy activa durante el desarrollo y se reduce con la edad. Su pérdida impacta directamente en la formación y retención de la memoria.

Los investigadores del Mount Sinaí y del Centro de Investigación Médico Aplicada de la Universidad de Navarra (CIMA) querían saber si una dosis extra de este factor podría devolver las facultades perdidas. Y la respuesta ha sido positiva. Al inyectarlo directamente en el cerebro de las ratas, se vio cómo los animales mejoraban su memoria a largo plazo. La clave está en recurrir al fármaco en una ventana de tiempo apropiada, cuando los nuevos conocimientos o las experiencias aprendidas se graban. Ese periodo de consolidación de la memoria, que dura una semana, es el que mejora con el tratamiento gracias a una mejor sinapsis (la comunicación entre neuronas).

El experimento, publicado en la revista «Nature», consistía en entrenar a los animales para cambiar su comportamiento con una experiencia desagradable. Uno o dos días después de ese entrenamiento se les inyectó en el cerebro de las ratas el factor de crecimiento y se comprobó su comportamiento frente a otros animales sin tratar con IGF-II. La retención de la experiencia fue mejor en los animales tratados, 24 horas después de aprenderla.

Si los efectos se demuestran en posteriores estudios se abriría un campo esperanzador para tratar todo tipo de enfermedades relacionadas con la pérdida de memoria. Desde el alzhéimer, las secuelas de infartos cerebrales o el declive cognitivo del envejecimiento. Tendría ventajas frente a otras terapias puramente farmacológicas, «porque la IGF-II es una molécula inocua que se produce fisiológicamente en el cerebro. Sería como aplicar una insulina a personas con diabetes», describe Ana García Osta, la investigadora del CIMA que ha participado en el estudio.

Para sanos y enfermos

Y, aún más, podría pensarse en un tratamiento específico para reforzar la memoria de personas sanas. «Un estudiante que necesitara puntualmente tener una mayor memoria porque se va a examinar debería tomarlo después de estudiar el texto. No tendría efecto si lo hiciera tres días después. Si pensamos en una persona con alzhéimer, el tratamiento sería diario, pero esto debemos aún demostrarlo», comenta García Osta. Tras esta primera investigación, García-Osta trabajará en el CIMA en un proyecto de investigación que estudia si la administración de IGF-II es capaz de reducir la demencia en un modelo animal de la enfermedad de Alzheimer.

En un artículo de opinión que acompaña al estudio, se advierte de sus posibles efectos secundarios. Johannes Gräff y Li -Huei recuerdan que antes será importante determinar la dosis de seguridad. «Varios tipos de cáncer han sido asociados con niveles elevados de IGF-II».

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