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La política de festivales de la Junta

Esta semana comienza en Madrid la tercera edición de Andalucía Flamenca, un certamen pagado por la Agencia del Flamenco en un momento en el que está reduciendo el presupuesto de todos los festivales andaluces

alberto garcía reyes

La jerarquía de prioridades de la Junta de Andalucía con el flamenco sigue generando mucha polémica en el sector. Esta misma semana una asociación del ramo ha emitido un comunicado para quejarse de la falta de apoyo institucional a los certámenes andaluces frente a la apuesta por las citas que se celebran fuera de nuestras fronteras. La misma queja se emite desde el Instituto de la Cultura Gitana. Pero la Agencia del Flamenco no varía su política de apoyos. Desde los tiempos de Bibiana Aído, la idea de que es necesario abrir el flamenco a nuevos mercados ha servido en Cultura para justificar la colaboración con festivales en Holanda, el Reino Unido, Estados Unidos o Francia. En estos momentos, de hecho, se está celebrando en Londres una cita impulsada por la Junta. Pocos ponen en duda la importancia de estas iniciativas, pero todos se lamentan de la continua caída de festivales en Andalucía, donde el calendario de citas flamencas sigue decreciendo sin que nadie ponga remedio. Los

festivales que durante décadas han sido amparados por los ayuntamientos están pagando la crisis en las arcas municipales. Este mismo año han desaparecido citas tan importantes como la de Alcalá de Guadaíra. Y los grandes certámenes andaluces sobreviven gracias al éxito en las taquillas provocado por el público extranjero. Es lo que pasa en Jerez, donde la Junta sigue recortando su presencia, o en la Bienal de Sevilla. Por eso en el sector no se entiende el empeño de la Agencia por organizar un festival en Madrid, Andalucía Flamenca, que el próximo 18 de febrero iniciará su tercera edición en el Auditorio Nacional con el cante de Marina Heredia. La oferta de festivales en la capital ya está más que cubierta con las citas de Cajamadrid y Suma Flamenca, a la que anualmente acuden las primeras figuras del género. Pero la Junta se defiende alegando que es crucial para el flamenco entrar en espacios como el Auditorio Nacional. El problema es que lo hace por la puerta de atrás. Los seis

espectáculos programados serán en la Sala de Cámara. Y lo que hay que preguntarse es si introducir lo jondo en la sala b de un templo de la música es beneficiarlo o hacerle daño. Sobre todo ahora que tanto se presume de su importancia ante la Unesco.

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