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El poder envilecido

Los «aparatchick» entienden que la política consiste en negociar el poder

Día 27/02/2011 - 08.46h

Cuanto más observo la evolución del cuerpo a cuerpo electoral de cara a las próximas municipales, más convencido estoy de que Bertrand de Jouvenel tenía razón cuando afirmó en «Du Pouvoir» (1945) que una perversión de la democracia contemporánea consiste en presentar como sociales o populares ciertas medidas que sólo pretenden concentrar más poder en las nuevas oligarquías enquistadas en las instituciones. Por eso no hay espacio para la pedagogía cuando el poder se ha envilecido, a no ser que uno renuncie al poder.

La libertad es un derecho que para ser ejercido en la mejor de sus expresiones, requiere individuos formados y libres gracias al conocimiento. Por eso no me parece casual que el populismo y la demagogia arrasen ahí donde hay fracaso escolar, ínfimos niveles de lectura, titulaciones devaluadas y un estamento político formado en los aparatos partidarios y jamás en las universidades. De ahí que en nombre de la política los aparatos partidarios renieguen del conocimiento, porque los «aparatchik» entienden que la política consiste en negociar el poder.

Por el contrario, para mí la política es Tocqueville, Jouvenel, Gramsci, Popper, Marx, Habbermas, Russell, Sorel, Weber, Arendt, Berlin, Zizek, Slöterdijk, Bauman, Burke y Michaud, entre otros autores que considero esenciales. ¿Se puede negociar el conocimiento? De ninguna manera, mas como el poder sí es susceptible de ser negociado, el poder es ostentado y perseguido por quienes están mejor dispuestos al chalaneo y el cambalache. Por eso creo que los que quieran hacer docencia y pedagogía política deberían renunciar al poder o —por lo menos— a las prebendas envilecidas por el poder. Por ejemplo: no formar parte de ninguna coalición de gobierno, aunque sí contribuir a la gobernabilidad.

Si un partido pequeño y sin ninguna posibilidad de ganar unas elecciones anunciara su deseo de no formar parte de ninguna coalición de gobierno, aunque sí de facilitar la investidura de la opción más votada sin pedir nada a cambio, seguro que se quitaría de encima a más de un enemigo gratuito o a sueldo. Y que conste que no hablo en nombre de ninguna sigla sino a título personal, que es la única representación que soy capaz de ejercer. Creo que la pésima opinión sobre la política que se ha incrustado en la sociedad, se debe precisamente al hartazgo que provocan los profesionales de la negociación del poder envilecido.

Asimismo, los pequeños partidos que renuncien al poder para dedicarse a la docencia cívica, se librarían de una innúmera militancia deseosa de participar en chalaneos y cambalaches, aspiración en cualquier caso legítima porque el mal ejemplo abunda. Y es que no hay como ser militante independiente de un partido. Es decir, alguien cuya subsistencia no dependa del partido y alguien que no aspire a vivir gracias al partido. O sea, de las prebendas del poder envilecido por culpa de los profesionales de la negociación.

Tomad nota: Bertrand de Jouvenel, "Sobre el poder", Unión Editorial (Madrid, 1998).

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