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«La tartamudez te condiciona y te destroza la vida»

Tres sevillanos de la Fundación Española de la Tartamudez alertan de la ineficacia de los métodos tradicionales y piden respeto hacia quienes padecen este trastorno del habla

«La tartamudez te condiciona y te destroza la vida» FELIPE GUZMÁN

aurora flórez

La oscarizada «El discurso del Rey», que plantea los esfuerzos del rey británico Jorge VI por superar su tartamudez y poder pronunciar un discurso radiofónico en el momento clave de la historia y plantea algunas verdades y mentiras sobre esta dificultad del habla, se ha convertido en una puerta de esperanza para muchas personas que padecen esta disfunción, que se han lanzando en todo el mundo a consultas de logopedas y psicólogos con la ilusión de lograr la cura para este trastorno.

Sin duda, la película ha puesto sobre el tapete un problema que, concretamente en España padecen cerca de un dos por ciento de personas —unas 800.000, aunque no hay censo de ellas—, y ha propiciado que el presidente de la Fundación Española de la Tartamudez, Adolfo Sánchez, haya llegado a afirmar que «ha hecho más la película por naturalizar y dar a conocer la tartamudez en un mes y medio que la humanidad entera en 2.000 años».

Pero detrás de la historia, de ese «happy end» del rey inglés, está la realidad de los tratamientos ineficaces y la vida cotidiana de las personas que se «atascan» al hablar, que son motivo de burla, que llegan a sufrir demoledoras depresiones, ansiedad, estrés, angustia, que sienten el miedo a abrir la boca, cuyo día a día puede convertirse en una pesadilla.

Así lo explican Isidoro Ruiz Fuentes, patrono por Andalucía de la citada Fundación; Helena Sáenz García, patrona suplente, y María de los Ángeles Malfeito, miembro de la entidad. Tres sevillanos tartamudos que han querido aprovechar el tirón de la película para dar a conocer la Fundación, la ayuda que puede prestar y la realidad que viven como personas que han sentido «vergüenza» y se han sentido «solos y diferentes a todo el mundo» .

La primera cuestión que exponen y quieren dejar clara es que «la tartamudez no es una enfermedad, es un trastorno del habla que no tiene nada que ver con la inteligencia. Eso sí consigue la película, que el tartamudo no sea el tonto, ese a costa del cual se hacen chistes». Por eso, María de los Ángeles insiste en que «el problema no es la dificultad en el habla sino las consecuencias psicológicas de ello» y añade que « para el tartamudo existen muchos handicaps , por ejemplo, para acceder a puestos de trabajo. Aunque estés cualificado somos siempre excluidos».

Obstáculo también es el acceso a los tratamientos que, si bien son ineficaces a no ser que se emprendan a edades muy tempranas, no están cubiertos por la Seguridad Social y el dato es que una hora de tratamiento de Logopedia puede costar unos 50 euros la hora . Esto lleva a que los tartamudos tampoco tienen certificado de minusvalía, a no ser que padezcan alguna enfermedad más, a pesar de haber casos en los que las personas están totalmente incapacitadas y se niegan a relacionarse con nadie.

Insiste Isidoro Ruiz en asegurar rotundamente que la tartamudez «no es una dificultad, es algo que te condiciona y te destroza la vida. Es una limitación terrible».

No tiene cura en la edad adulta. Es algo que saben los tres por experiencia. Por eso, Helena explica que desde la Fundación se está formando a logopedas de toda España en el método Lidcombe, para niños de entre 2 y 6 años, cuya eficacia está probada. A partir de 7 u 8 años en adelante es muy difícil curarla. No hay tratamiento, sí puede haber mejora pero no cura ». «La mayoría de logopedas siguen métodos tradicionales que a nosotros no nos han servido para nada», dice Helena.

El mensaje que lanzan Isidoro, Elena y María de los Ángeles es muy directo: «que se entienda el problema y se tenga respeto a los tartamudos», después de haber tenido que colgar teléfonos, haber oído risas en las tiendas, de llevar papelitos para pedir una barra de pan o de haber escuchado la pregunta de ¿qué te pasa en la boca?.

«La tartamudez nunca se ha respetado, ha quedado en la conciencia colectiva que te puedes reír de una persona que tartamudea», según Isidoro. Coinciden los tres en la importancia de superar el miedo , el paso principal, junto a aceptar y reconocer que se es tartamudo.

Sus vidas dieron un vuelco positivo al conocer e integrarse en la Fundación, saber que no estaban solos, que no eran «bichos raros», que están respaldados. Ahora, su llamamiento, desde la experiencia, se dirige a que nadie se equivoque con falsas panaceas de curación y que aquellas personas que lo necesiten se dirijan a la Fundación —www.ttm-espana.com—.

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