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entrevista

«Es triste decirlo, pero en España la educación es una catástrofe»

El escritor y profesor Antonio Orejudo le quita el maquillaje a la Universidad española con «Un momento de descanso» (Tusquets), por donde desfilan la endogamia, el politiqueo, la corrupción y la mediocridad académica

«Es triste decirlo, pero en España la educación es una catástrofe» j. m. serrano

jesús álvarez

Antonio Orejudo (Madrid, 1963), doctor en Filología Hispánica, ha sido profesor de Literatura Española en varias universidades norteamericanas y es actualmente profesor titular de la Universidad de Almería. Irrumpió con fuerza en el mundo literario en 2007 con la edición definitiva de «Fabulosas narraciones por historias».

—La imagen que ofrece de la vida académica en España es tan deprimente que dan ganas de exiliarse...

—La universidad es algo que conozco de cerca y he tratado de ser sincero, aunque ninguno de los personajes del libro están inspirados en personas concretas, si acaso, en una mezcla de varias que he conocido.

—El rector de su novela llega a agredir y torturar a su compañero en un tribunal de oposiciones para que vote a favor de «su» candidato a la plaza de profesor, con un currículo vacío frente a un rival que tenía más de cien publicaciones...

—Esa escena tampoco está inspirada en un hecho real, aunque esto es una metáfora de la terrible violencia psicológica que se ejerce a menudo en muchos departamentos contra quienes no respetan sus intereses particulares.

—En su libro un profesor de una universidad norteamericana tiene que dimitir para no ser acusado de racista, por reprocharle a una alumna de raza negra que se quedara dormida en una de sus clases y no dejara escuchar sus explicaciones con sus ronquidos. ¿Tan puritana es de verdad la universidad norteamericana?

—Este es uno de sus peores defectos: el ser tan políticamente correctos. Pero por el contrario suelen escoger a los mejores profesores, con independencia de los amigos o discípulos que tenga el rector o el director del departamento, todo lo contrario de lo que ocurre en la universidad española. Allí casi todo viene de fondos privados y su presupuesto depende del número de alumnos. Y a mejor profesor, más y mejores alumnos.

—¿Es tan cutre la universidad española como usted la pinta en el libro?

—La universidad española es bastante cutre, y más si la comparamos con la norteamericana. Es mucho más casposa y sufre el cáncer de la endogamia, la corrupción y la mediocri«CW60»dad, que la está corroyendo.

—¿Y de dónde viene todo eso?

—Viene, por un lado, del franquismo; y por otro, de la incapacidad de los políticos de la Transición para poner coto a esa mediocridad heredada. ¿Se acuerda de los «penenes»? La mayoría eran jóvenes socialistas y fueron masivamente aceptados, examen cosmético mediante, y colapsaron la universidad de mediocridad durante una generación y media.

—¿Eran todos tan mediocres?

—No estaban preparados y todo eso contribuyó a que la mediocridad y la falta de excelencia se extendieran por toda la universidad española.

—¿Y usted cómo entró?

—Pues yo formo parte de todo este tinglado. Presenté mi currículo y mis méritos, publicaciones, etc, que fueron bien valorados. Yo era el candidato «de la casa» porque era interino del departamento, pero reconozco que fui el único candidato a la plaza.

—¿Ha explotado ahora esa «burbuja académica» de profesores malos, como hace unos años lo hizo la «inmobiliaria-financiera»?

—Hay de todo pero hace ya algún tiempo que la universidad sufre las consecuencias de esta falta de excelencia académica. A mí, me resultaría más fácil dar clases en una universidad norteamericana que en la Universidad de Sevilla, porque la universidad española dejó de concebirse como un centro de conocimiento universal para convertirse en una especie de cortijillo en donde cada grupo de poder tiene su área de influencia.

—¿Se refiere a la «ley de autonomía universitaria» que defienden a capa y espada todos los rectores?

—La autonomía universitaria, unida a la España de las autonomías, ha cercenado de raíz el espíritu de lo que debería ser la universidad. La universidad debería ser universal, pero el Estado de las autonomías hace justo lo contrario, porque no quiere que nadie venga de fuera. Todo eso es caldo de cultivo para la mediocridad.

—Opositores andaluces a maestros no querían que hubiera oposiciones este año porque como casi ninguna otra comunidad española las convoca temen la competencia de las personas de fuera de Andalucía...

—De hecho las distintas autonomías se ponen de acuerdo en poner el mismo día sus oposiciones para que los de la Rioja no puedan presentarse a las de Andalucía, y viceversa. Esta endogamia es brutal y empobrecedora, pero en la universidad resulta devastador. Así no se sirve al saber, ni a la la cultura, sino a los intereses particulares de los departamentos.

—¿Explica eso que no haya ninguna universidad española entre las 200 mejores del mundo?

—Ese es el triste resultado.

—¿Y con una Universidad así se puede salir de la crisis de forma airosa?

—Sin esfuerzo, innovacion y conocimiento será difícil salir de esta crisis.

—¿Es urgente dar le una vuelta de calcetín a nuestro sistema educativo?

—Sí, sería necesario un pacto de Estado, pero los políticos piensan a cuatro años vista, cuando son las elecciones, no a quince o veinte, que son los plazos de un modelo educativo. La Logse era una buena ley pero los políticos no le dieron dinero. No repetir curso estaba pensando para clases de 10 alumnos, no de 30, y con profesores de apoyo para recuperar. Y la integración de chicos con síndrome de Down la han hecho también así. Por un igualitarismo mal entendido,se han ensanchado las desigualdades entre la educación pública y privada.

—A favor de la privada...

—Los hijos de los ricos serán las élites del futuro y no tendrán competencia porque los que salen de centros públicos saldrán peor preparados.

—Usted es profesor titular de la Universidad de Almería ¿cómo llegan los alumnos a sus clases?

—Sin leer y escribir correctamente. Y mi asignatura es de Humanidades.

—¿Tienen faltas de ortografía?

—La mayoría sí. Y cuando me dicen que cómo les he suspendido por eso, yo les digo que porque ellos pueden darle clase a mis hijos en el futuro.

—¿Y para no suspenderlos a todos ha tenido que bajar el nivel?

—Sí, pero no hasta el extremo de aprobar a alguien que no conozca la ortografía. Muchos de mis alumnos llegan sin tener clara la diferencia entre el lenguaje oral y el lenguaje escrito.

—¿Y sus compañeros les aprueban?

—Hay de todo.

—¿Cuánto hemos retrocedido en materia de formación?

—Ahora han repuesto en televisión reportajes de la Transición y me ha llamado la atención lo bien que hablaba la gente de la calle, comparado a cómo se habla ahora. Un país al que no le importa su sistema educativo ni la formación de los ciudadanos está abocado al desastre. Es triste decirlo, pero la educación pública en España es una catástrofe nacional.

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