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Arco de las setas

Cómo serán de feas las setas de La Encarnación, que hasta han hecho bonito a un bodrio como la calle Imagen

Día 19/03/2011 - 00.51h

No sé por qué Sevilla tiene fama mundial de hermosura si, la verdad, hay más calles feas que bonitas. Sí, la calle Aire, la calle Padre Marchena, Doña Guiomar, Ximénez de Enciso, la calle Mariscal, Arfe, Varflora, Verde, Francos, Pajaritos, Córdoba, Sol, San Luis, Sagasta (y siga usted poniendo sus preferidas) son una preciosidad de ambiente, de encanto arquitectónico, de luz. De belleza. ¿Pero dónde me dejan las calles feas, que son muchas más? ¿Y las barriadas horrorosas, que las hay a manojitos? Yo estaba por hacer un concurso: ¿cuál es la calle más fea de Sevilla? La avenida de Reina Mercedes tiene tela, con esos edificios construidos en la época de la arquitectura mala, mala, mala, berrenda en aluminosis, que aunque no tienen más de cuarenta años parece que se caen a trozos. ¿Y la plaza de la Magdalena? ¿Habrá algo más feo que La Magdalena, contra la que se ensañó la piqueta, y donde, derribada hasta la casa de la Condesa de Gelves, el edificio más antiguo que queda es el racionalista Cabo Persianas?

Ahora, que nada comparado con la calle Imagen. Sin necesidad de hacer ese concurso, para mí que la calle más fea de Sevilla es Imagen (que por cierto en su arquitectura es como prima hermana de Reina Mercedes). ¡Qué museo arquitectónico de los horrores el de Imagen, empezando por el edificio del Colegio de los propios arquitectos en la esquina de San Pedro y terminando con la fachada acristalada de la Caja de Ahorros, ya junto a La Encarnación! Y nada digo sobre el de frente, en cuyos bajos estaba el Cortefiel donde trabajaba de dependiente el fotógrafo Jesús Martín Cartaya, que le hacía precio a los Capillas Boys si al comprarse un terno oscurito enseñaban la medalla de la hermandad.

Bueno, pues hay algo más horroroso que todas las calles feas juntas, que todas las barriadas espantosas: las setas de La Encarnación. Cómo serán de feas las setas de La Encarnación, que, por comparación, hasta han hecho bonito a un bodrio como los edificios de la calle Imagen. Vamos, que junto a las setas, ves el edificio de Cajasol en la esquina de la calle Imagen y te parece que es de Juan de Oviedo... Por eso hay cofradías que huyen de las setas por razones estéticas. Le alabo el gusto a La Mortaja, que ha cambiado el itinerario para no pasar por allí, y a Los Caballos. Pero somos tan noveleros que habrá otras que quieran estrenar el nuevo Arco. A efectos de muralla y de cofradías, en Sevilla había hasta ahora dos arcos: Macarena y Postigo del Aceite. Ahora son ya tres, con el nuevo Arco que forma el mamarracho de las setas, saltando desde la parte donde estaba el mercado hasta el lado de Puente y Pellón, de la placita preciosa de la fuente clásica que se cargaron. A más de una cofradía le gustará ver el pasopalio de su Virgen bajo el Arco de las Setas, y que los fotógrafos de la escalerita se harten de retratarlo y de hacerle vídeos.

José Antonio Gómez Marín, mi querido compañero de la Real Academia de Buenas Letras, citaba ayer en su artículo una frase de don Eugenio d'Ors que quizá nos dé la clave: «Lo más revolucionario que se puede hacer en España es tener buen gusto». ¡Pues anda que en Sevilla! Por eso mismo, porque Sevilla es una ciudad tan poco revolucionaria y tan tradicional, aquí se está imponiendo el mal gusto. De la revolución del buen gusto, nada. En la Sevilla de los canis, en la Ciudad de la Gentuza que mira el Arco de las Setas en La Encarnación y dice que «esto lo han puesto pressssioso», el buen gusto es políticamente incorrecto. Facha, vamos.

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