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El paño de la Verónica

Día 12/04/2011 - 06.57h

Las representaciones plásticas que los primeros cristianos hicieron de la imagen de Jesús estaban libres de los prejuicios estéticos de nuestro tiempo. Eran unas obras sencillas, muy esquemáticas, y con una fuerte carga simbólica, ya que lo que querían trasmitir era la representación de Dios hecho hombre entre los hombres. El concepto de Dios en la tierra desprovisto del equilibrio y la armonía que la iconografía pagana había depositado durante siglos. El paño de la Verónica que Guillermo Pérez Villalta ha realizado este año para la hermandad del Valle pone de manifiesto la cantidad de complejos, el desconocimiento y la ausencia de Dios en los planteamientos de los cofrades de hoy. La crítica soez, incisiva y deformada por la ignorancia, saca a la luz las carencias que envuelven al mundo de las Hermandades y Cofradías que no es otro que el ir convirtiendo la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús en algo que gira en torno a lo bonito y a lo precioso, es decir, a la recreación de lo estético apartando cada vez más del concepto y de la esencia de Dios. ¿Tiene necesidad un artista de la categoría de Pérez Villalta de verse sometido a esos juicios paralelos y al escarnio, similares al proceso de Jesús, por un público que emite opiniones ex cátedra cuando la única cátedra que han conocido es una silla de enea? El paño de Pérez Villalta es una representación plástica de la imagen de Dios, una pintura coherente y respetuosa con el trabajo serio e intelectual de un creador. Este reputado pintor cree en lo que hace, por eso no se ha apartado de su estilo a la hora de ejecutar la imagen de Cristo, evitando así caer en la estampita fácil en la que otros han incurrido y a gusto del sanedrín de los «entendidos». Ahora me explico cómo para algunos cofrades es más importante la imagen que todo lo demás. Con el robo de los copones en San Bernardo se puso en evidencia; algunos no ven a Dios en la Sagrada Forma que es el verdadero Cuerpo de Cristo entre nosotros pero exigen, y de qué manera, que la imagen del Cristo se ajuste a su bajísima altura de miras.

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