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¿Qué pasa con los toros?

Una ganadería como la que llevan los hermanos Lozano, conocedores como pocos de lo que hay en este mundo, se estrelló de forma estrepitosa

¿Qué pasa con los toros?

fernando carrasco

Un buen aficionado , de los que no se pierden ni un solo festejo —corridas de toros, novilladas y festejos de promoción— discrepaba ayer conmigo acerca de lo que escribíamos en este mismo apartado sobre el toro grande. «Hay muchos aficionados que queremos ver el toro en el tipo de Dolores Aguirre . Otra cosa es el juego que dé, pero por lo menos el beneficio de la duda, como el resto de las ganaderías. Lo que ocurre es que si los que no son comerciales no embisten, la gente se ceba más con ellos que con los comerciales. Y tiene que haber de todo».

En cierto modo no le faltaba razón a su argumento. Ya dejamos sentado que los toros del Conde de la Maza y los de Dolores Aguirre fueron malos de verdad, para olvidarse de ellos —recuerdo que con la excepción del tercer condeso—. Pero ayer, sin ir más lejos, una ganadería como la que llevan los hermanos Lozano, conocedores como pocos de los entresijos que hay en este mundo, se estrelló de manera estrepitosa: una mansada infumable, con algunos toros con tela de guasa en sus embestidas. No es normal, desde luego, lo vivido ayer.

El caso es que este hierro, estos «carlosnúñez» suelen estoquearlos diestros de primera fila y, hasta no hace mucho, las figuras se anunciaban con ellos. No sé qué pasará a partir de ahora, sobre todo al ser un festejo en plena Feria de Abril y con las cámaras de televisión como testigos de lo acontecido en el ruedo baratillero.

Dicho todo esto, hay que preguntarse qué le pasa a los toros. O mejor escrito, qué está sucediendo con la cabaña brava española, que en las plazas de primera, sobre todo, hace aguas y naufraga. Porque una cosa es el juego que dé un astado —mejor o peor—y otra muy distinta su condición. La mansedumbre parece que se está instalando en las ganaderías y salvo honrosas excepciones, supone una auténtica sorpresa ver que de una corrida sirven tres o cuatro toros.

A partir de hoy puede producirse, como ha sucedido otros años, un antes y un después en la cuestión referente a los toros . Victorino Martín, además de inteligente, es un tipo listo, muy listo. Él mismo se encarga de vender el producto de manera excepcional. Si sale bueno, perfecto. Y si es todo lo contrario, también. Es el don que tiene este hombre. Pero el caso es que sus pupilos dan, cuando menos, espectáculo en lo concerniente a condición a la hora de embestir y comportarse.

Lo que hay que esperar es que tras los victorinos —cuidado, no vayamos a pinchar en hueso— las demás divisas cambien el signo del toro bravo que estamos teniendo en esta Feria de 2011. Porque queda mucha tela por cortar todavía en el aspecto ganadero y sería una triste guasa que en lugar de que se levantase el vuelo, esto continuase en la línea que hasta ahora hemos contemplado.

Pero repito que hay que preguntarse por el estado actual de las ganaderías. Nosotros, la gente del toro, tenemos en la mano que esto no se hunda. No corren buenos tiempos para la Fiesta Nacional como para que, encima, tiremos piedras contra nuestro propio tejado. Aviso a navegantes .

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