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feria de abril

Claveles rojos para Esaú

Claveles rojos para Esaú KAKO RANGEL

andrés amorós

Sale el sol, las calles se llenan de turistas, la ciudad resplandece... ¡Vamos a los toros! Para un joven espigado, nacido en Camas hace veinte años, ¿cabe mayor ilusión que tomar la alternativa en la Plaza de los Toros de Sevilla? En general, ¿qué torero no ha soñado con torear en esa Plaza? Recordando el título de la novela negra de Dashiell Hammett, es «el sueño eterno» de cualquier diestro.

Hace unos días, el amigo Rogelio, Trifón, me enseñaba la taurinísima iglesia del Baratillo: los cofrades forman nada menos que en el coso. En otros tiempos, los diestros rezaban allí, pasaban a la Plaza de los Toros directamente, por una puertecilla. Con mucha seriedad, me señala «un documento histórico muy importante: el testimonio del primer corte de oreja». Sólo veo, allá arriba, un cuadro oscuro... Me aclara: «Es la oreja que cortó San Pedro a Malco, el criado del Pontífice» . La guasa sevillana...

La tarde de su alternativa, Esaú Fernández, de Camas, ¡nada menos!, consigue cortar no una sino dos orejas, una en cada uno de sus toros. Le empuja el público, tiene suerte al llevarse los dos mejores toros, pero también se lo gana con su decisión , con buenas maneras.

A sus dos toros los recibe a porta gayola (el primero que lo hace, esta Feria). El que abre plaza, justo de fuerzas, embiste con nobleza y el chico lo aprovecha. Está asentado, tranquilo, liga los muletazos, administra las pausas . Se vuelca en la estocada, de efecto fulminante, y consigue su primera oreja. Igual que San Pedro, pienso...

Repite la hazaña en el último, pegajoso, que se mueve mucho y embiste con suavidad: verónicas cargando la suerte, quite, brindis al público. Consigue derechazos con temple y suavidad . Una gran estocada da lugar a la pañolada unánime: otra oreja.

No ha tenido suerte en esta Feria Morante pero ha dejado muestras claras de su arte: un par de quites literalmente extraordinarios, que ganarán, sin duda, todos los premios. Tampoco le ayudan hoy sus toros: el segundo da una vuelta de campana y se resiente, embiste descompuesto . Lo prueba por alto, le coge el sitio y logra derechazos con clase, pero por la izquierda se abre mucho: corta la faena y mata mal.

Algo parecido en el cuarto, huido, manso, mirón. Lo recibe con meritorias verónicas, ganándole terreno. Con la muleta brilla sobre todo —créanme— su valor, su decisión y la capacidad de improvisar: sale de un apuro con un molinete . Pero el toro acaba bronco, sufre un desarme y vuelve a matar mal: decepción, porque se espera mucho de él.

Hoy tampoco tiene suerte El Cid. El tercero huye descaradamente: ganándole terreno, le saca derechazos . Está firme, decidido, lo lleva muy tapado y logra una buena estocada.

Al quinto, un bonito burraco, lo pica muy bien Manuel Jesús Ruiz Román. Brinda al público, cita de largo, pero el toro es muy exigente, engañoso: la pelea acaba en tablas .

Cae el sol de la tarde, a la salida de la Plaza. Recuerdo las frases de un sevillano enemigo de tópicos, Luis Cernuda: «Alta ya la tarde, se alza el grito: ¡Claveles! ¡Claveles! Y el pregón se clava en el pecho bien herido , como una puñalada cuya cicatriz el tiempo no podrá borrar». Los claves rojos que luce, en su triunfal vuelta al ruedo, el nuevo matador Esaú Fernández.

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