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feria de abril

A Sevilla le crecen «las setas»

A Sevilla le crecen «las setas» J. M. SERRANO

andrés amorós

Seguimos viviendo de recuerdos. Después de dos corridas brillantes, hemos caído en el abismo: tarde espléndida; toros de Fuente Ymbro flojos, sosos, rajados; diestros sólo voluntariosos . Consecuencia: aburrimiento, sopor general.

Cuando los toros «no dicen nada», da tiempo a hablar mucho con los vecinos de localidad. Por agradable que sea la charla, es muy mala señal. Les comento a mis vecinos mi paseo matinal: todo es posible en Sevilla, para bien y para mal. En lo bueno, los conventos sevillanos que he visitado: recogimiento, sensibilidad, arte, sosiego. La devoción popular por Sor Ángela de la Cruz; la vida contemplativa de Santa Paula, donde Sor Remedios me da muestras de estar al día, además de rezar. Por internet sigue la boda inglesa y lo de Bin Laden; por el ABC, los toros... En lo malo, el horror de «las setas»: en pleno centro histórico, la catetez de un Ayuntamiento y el capricho de un arquitecto han propiciado un esperpento que no se permitiría en una ciudad italiana; un ejemplo de derroche, inutilidad, falta de sentido común y de amor por la ciudad . Creer que eso añade «modernidad» y atractivo turístico a una ciudad como Sevilla me parece patético. Lo peor es que el sectarismo político obliga a muchos a decir que les gusta...

A Sevilla no le crecen los enanos sino «las setas»; también, esta tarde, en la Plaza de los Toros. La reses de Fuente Ymbro no propician la menor emoción . Los diestros se empeñan en hacer la faena de siempre, sin buscar la variedad, con otra lidia. Además, matan mal. Una tarde insufrible.

Estocada de Tejela

En el que abre Plaza, noble y flojo, hace Matías Tejela una faena pulcra, afeada por su falta de fuerzas y acometividad. Consigue algunos naturales estimables, muy en corto (la izquierda ha sido siempre su mejor arma), liga bien el de pecho pero sufre un desarme. Mata con decisión .

El cuarto, un bonito jabonero sucio, dobla varias veces y, para colmo, se da una vuelta de campana que acaba con sus pocas fuerzas. Aunque brinda al público y comienza bien, el toro es un marmolillo, no hay emoción ninguna y la gente se impacienta. Esta vez mata mal.

Parece iniciar la tarde con muchos ánimos Perera: acude a porta gayola y es derribado; después, buenas verónicas y quita por saltilleras. Brinda al público: las habituales pedresinas, en el centro, y hace el poste, pero pasa varios momentos de apuro, no conecta ni con el arrimón final. El estatismo vertical tiene mérito pero no es la mejor receta para toros que no transmiten . En ABC escribió Edgar Neville que el diestro debe ser tranquilo pero no Tranquilino (un artista de entonces).

El sobrero quinto es tan deslucido como el desechado: flojea, se cae, se desentiende del diestro, se raja descaradamente. Igual diagnóstico que en el anterior pero, esta vez, agravado.

Talavante coge pronto el sitio al tercero y dibuja algunos derechazos limpios, largos, pero el toro huye a chiqueros , se raja por completo. Tarda en matar.

Hundida ya la tarde, el sexto no tiene codicia alguna, embiste rebrincado y Talavante no sabe por dónde meterle mano; cuando le tropieza, machetea y, esta vez, acierta al matar. Algunos espectadores salen maldiciendo en arameo; otros, después de una agradable siesta . Una tarde mala en el coso del Baratillo pasa. Pero «las setas» se quedan en Sevilla. Por desgracia.

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