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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

Segolène Chacón

Icono zapaterista, Chacón acaso sueñe, como Segoléne Royal, con jubilar a los viejos elefantes del socialismo

Día 11/05/2011

ÉRASE una ministra que fue a apoyar a un candidato que estaba en otra parte. El presunto apoyado, José María Barreda, ha decidido que su campaña la hace él y que si hay que perder se basta solo; no quiere dejarse ver junto a ningún miembro del Gobierno porque cree que traen pegado a la ropa el karmaterminal de Zapatero. Hay respaldos que hunden y el presidente castellanomanchego, uno de los pocos socialistas con alguna posibilidad de salvarse del naufragio, prefiere bracear con sus propias fuerzas. De modo que, sin candidato al que avalar, la ministra en cuestión decidió patrocinarse a sí misma. Fue en Tomelloso, corazón vinícola de la Mancha, donde Carme Chacón brindó por su propio futuro.

Chacón recuerda a Segolène Royal: atractiva, ambiciosa, líquida, adaptadiza. Zapatero la convirtió en el poster de su estilo posmoderno de hacer política cuando la nombró ministra de Defensa para que pasase revista a las tropas embarazada de varios meses. Antes del Pearl Harbour financiero de hace un año, el presidente la veía como su sucesora ideal: mujer, joven, brillante… y catalana. Epítome feminista de la nación de naciones, era el broche perfecto del postzapaterismo hasta que la zozobra de la recesión dio ventaja al perfil maduro y pragmático de Rubalcaba. Y aún parece el cartel preferido de esa joven guardiaque no se resigna a dejar el partido en manos de los tardofelipistas y considera que a los padres no los suceden los abuelos. Acaso sueñe, como Segolène, con jubilar a los viejos elefantes del socialismo histórico. Tiene buena edad para esperar, pero tal vez carezca de vocación de Penélope. No es lo mismo esperar en la estación que en el tren.

En Tomelloso la habían mandado a una sala llamada Epílogo, que invitaba a crecerse al castigo. En la voluntarista arenga que lanzó todo el mundo ha leído una ambigua declaración de intenciones. «Esto es el prólogo de cosas maravillosas», clamó con entusiasmo resplandeciente digno de mejor causa. Probablemente porque estaba pensando en mejor causa; es difícil que otra presidencia de Barreda le pueda parecer a nadie algo maravilloso. Aquello funcionaba en una clave distinta, la del lanzamiento de un proyecto o de una candidatura. El corazón de la España profunda no era el mejor escenario simbólico para un mensaje de posmodernidad, pero cualquier oportunidad puede valer cuando a alguien lo exilian de su propia tierra: el PSC le tiene vetado aparecer por Cataluña. Al fin y al cabo, las campañas son ya un tablero global en el que no cuenta tanto la concurrencia autóctona como el número de televisiones. Tomelloso estaba lleno de ellas y Carme Chacón es ante todo, como Zapatero, un sujeto icónico que se viene arriba cuando se enciende la lamparita roja de la conexión con los telediarios.

Por cierto: Segolène, apodada la Zapatera, ganó las primarias pero perdió las elecciones.

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