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«No pertenece a esta tierra ni a aquella, pertenece al idioma»

Antonio Rivero Taravillo cerró ayer el curso del Aula de Cultura de ABC

«No pertenece a esta tierra ni a aquella, pertenece al idioma» J. M. SERRANO

P. G.

La pérdida de la patria, de una España que se desangraba en guerra y el particular modo que Luis Cernuda tuvo de recuperarla en México durante los tres últimos lustros de su vida fueron los ejes sobre los que giró ayer la intervención de Antonio Rivero Taravillo en el Aula de Cultura de ABC, que patrocinan la Fundación Real Maestranza de Caballería de Sevilla y Banco Sabadell. Su intervención en el Museo de Carruajes sirvió así de brillante clausura de curso .

El ponente fue presentado por Francisco Robles, director del Aula de Cultura, como un hombre que lo ha sido prácticamente todo en el mundo del libro (poeta, ensayista, traductor, antólogo, biógrafo, director literario...) y que, de alguna manera, está vinculado a Cernuda, más allá de por su admiración literaria, por una fecha: 1963, año del fallecimiento del poeta y del nacimiento de Rivero Taravillo que, no en vano, ha publicado recientemente el segundo volumen de la biografía del autor de «La realidad y el deseo». Ya en su momento el primer tomo se hizo acreedor del Premio Comillas. Pero ayer fue, precisamente, esa segunda entrega, en la que se aborda la España que Cernuda deja en 1938 hasta su muerte en 1963 , la que centró su intervención, no sin antes destacar el importante eco que este autor y su obra han tenido siempre en ABC, donde vio la luz el primer artículo que en España se publicó sobre él, tan sólo cinco días después de su muerte, y que rubricó Joaquín Romero Murube.

Tras indicar que el poeta sevillano será «el único exiliado de su generación que queda inicialmente en Europa» , Rivero ofreció una perspectiva del periplo que siguió hasta llegar a México, comenzando por su exilio británico, en el que Cernuda «volvió en numerosas ocasiones la vista a Sevilla, Andalucía y España, casi siempre con la amargura del destierro», como se aprecia, entre otros títulos, en «Ocnos», que comenzó a escribir en Glasgow en 1940.

La influencia que en aquellos años ejerció Salvador de Madariaga —acreditada en unas cartas inéditas de Luis Cernuda al escritor gallego descubiertas por Antonio Rivero— comienza a perfilar su interés por el país donde, años más tarde, vería el fin de sus días. Antes pasará por Estado Unidos, adonde llegará en 1947. En Mount Holyoke, el poeta mantendrá una fluida correspondencia con Octavio Paz mientras va acrecentándose su fascinación por México, que visitará por vez primera en 1949; posteriormente, en 1951, pasará allí seis meses, hasta que en noviembre de 1952 terminará estableciéndose en aquel país.

«Allí, en esta Nueva España, pasa años recobrada la vitalidad perdida en Inglaterra y Nueva Inglaterra, gracias al idioma y al amor, que le inspira “Poemas para un cuerpo”. Fue feliz en el jardín de la casa de Concha Méndez en Coyoacán, a la sombra de un naranjo», comentó Rivero Taravillo . «CW20»El conferenciante —que aderezó su disertación con algunos fragmentos poéticos y biográficos de Cernuda— aludió a la casa de Tres Cruces donde vivió y murió el poeta y a la emoción que le embargó cuando se reencontró con Paloma Altolaguirre en la presentación del segundo volumen de su biografía en el Ateneo Español de México. «Porque Cernuda —dijo para concluir— es nuestro paisano, aquí nació, pero murió allí, y allí reposa en el Panteón Jardín. No pertenece a esta tierra ni a aquella: él que siempre fue un exiliado, no importa en qué país estuviera, pertenece a esa otra realidad que España ha dado al mundo y que ya no es solamente nuestra: el idioma».

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