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El último tren

El edificio que hizo Agustín Juberd en 1902, hoy propiedad municipal, amenaza ya a los puestos «provisionales» mientras el proyecto de Monteseirín duerme en un cajón

El último tren

ALBERTO GARCÍA REYES

Sevilla

ADRIANO

Es mucho el patrimonio municipal que está ante su último tren. La Gavidia o la Fábrica de Artillería aguardan al suyo de forma urgente mientras en el Mercado de la Puerta de la Carne los placeros que huyeron de las ruinas de su edificio original se aferran ya sólo a la esperanza de que por la Estación de Cádiz, su destino «provisional», pase cuanto antes la locomotora del cambio. Sevilla ha visto crecer setas de madera a precio de oro mientras su historia era maltratada por los jaramagos. Por eso, San Bernardo ya no necesita un tren, sino el AVE de la rehabilitación arquitectónica y moral.

La antigua Estación de San Bernardo, conocida popularmente como la de Cádiz, resiste a duras penas al olvido del Ayuntamiento. Pero su abandono ya se ha convertido en una amenaza para el mercado «provisional» de la Puerta de la Carne, cuyo sino parece ser la huida de un edificio en ruinas a otro. Porque el inmueble que construyó el ingeniero Agustín Juberd en 1902 por encargo de la Compañía de Ferrocarriles Andaluces un año después de que su principal competidora, MZA, inaugurase la Estación de Plaza de Armas, se viene abajo sin que nadie se inmute. Ciento diez años después de su creación, la vieja Estación de San Bernardo, puerta de entrada de los trenes gaditanos a Sevilla, se pudre entre escombros, basuras y techos caídos porque el Ayuntamiento, su actual propietario, no ha sabido darle uso en las últimas dos décadas. El edificio, de 4.700 metros cuadrados, sólo está ocupado en una de sus torres laterales —la Norte— por los sindicatos de Policía Local y Bomberos, y en la nave

central, por donde se accede al mercado «provisional» de la Puerta de la Carne, trasladado a este lugar de forma «provisional» gracias a un acuerdo firmado el 21 de mayo de 1999 por Soledad Becerril con Renfe para arrendarle el inmueble durante 14 meses por 15 millones de pesetas. Doce años llevan por tanto los placeros esperando la rehabilitación de su edificio de procedencia, también en el abandono, y del de destino, que poco después de su llegada se convirtió definitivamente en municipal gracias a un acuerdo con Renfe. De hecho, este convenio se alcanzó para llevar a cabo un proyecto que el gobierno de Monteseirín adjudicó años después a la constructora Sando por 28,6 millones de euros y que tendría que haber estado finalizado en otoño de 2009, pero que se quedó en el cajón de los olvidos abocando al edificio a la ruina casi absoluta.

D El plan que el Ayuntamiento gobernado por el PSOE e IU tenía para este espacio consistía en la «reforma y rehabilitación del citado inmueble, para dar acogida a un complejo deportivo público, la reubicación definitiva del Mercado de la Puerta de la Carne y a instalaciones y dependencias del Instituto Municipal de Deportes, así como la reurbanización y construcción de un aparcamiento bajo rasante, en la Glorieta de acceso a la antigua estación de ferrocarril Cádiz - San Bernardo, en Avenida de Cádiz». Todo literatura. Se dijo incluso que el aparcamiento tendría 900 plazas y que estaría gestionado durante 39 años por Sando. Pero nada se cumplió. En noviembre de 2009 Urbanismo decidió rescindir el contrato con la promotora malagueña por «incumplimiento» de los plazos. Sando alegó que no podía empezar si no se trasladaba a los placeros a otro lugar «provisional». Y, finalmente, la rehabilitación del edificio ferroviario quedó en el olvido. Su abandono ha ido perjudicando su estructura

El proyecto de Monteseirín En 2008 adjudicó a Sando la rehabilitación por 28,6 millones para hacer un aparcamiento, instalar el mercado definitivo y poner instalaciones deportivas

El plan de Zoido El propio exalcalde rescindió el contrato con Sando, por lo que el nuevo ha cambiado el plan: el edifició se integraría en la Ciudad de la Justicia

conoce en otros espacios como el mercado de La Encarnación —ser eternamente efímero—, tiene en este caso el agravante de la escasa seguridad en torno al edificio. Para empezar, las puertas de acceso al mismo son fácilmente vulnerables, ya que están compuestas de frágiles cristaleras, lo que invita a muchos «sin techo» a buscar cobijo en la estación. Pero además hay numerosas paredes caídas, vigas derrumbadas y escaleras en pésimas condiciones. Y eso sin hablar del mobiliario —aún quedan apiladas mesas y sillones en varios compartimentos—, o de la estructura de hierro, oxidada en gran parte y con muchos de sus cristales rotos. La urgencia, por tanto, es evidente a la hora de rescatar este edificio. Iniciar su restauración inminente es un imperativo si se quiere salvar el inmueble.

El nuevo alcalde, Juan Ignacio Zoido, ya ha hecho públicas sus intenciones para la Estación de Cádiz, pero el proceso para comenzar a trabajar sobre ella depende del resto del proyecto del PP: la Ciudad de la Justicia. Zoido ha llevado incluso en su programa electoral la creación de un distrito judicial en el Prado en el que habría un gran aparcamiento subterráneo en toda la zona —incluida San Bernardo—, siempre y cuando la Junta de Andalucía ceda los suelos anexos a la Estación, que son de su propiedad. En tal caso, se destinaría parte del edificio de Agustín Juberd para usos terciarios, se remodelaría el mercado de abastos para dejarlo definitivamente en ese lugar y se ampliaría a otros usos, como oficinas municipales.

Entretanto, hasta que ese plan tenga total vía libre, la Estación de Cádiz se aferra al último tren de la supervivencia entre un amasijo de hierros mohosos, escombros por doquier, desplomes y basuras que no le auguran demasiado futuro al edificio, uno de los templos del ferrocarril de Sevilla que se pudre lentamente en el olvido y la indolencia de la ciudad.

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