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Leo Nucci, eterno Rigoletto

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Más de cuarenta años de carrera avalan a este cantante, uno de los más grandes

Día 05/09/2011

Dos años después de protagonizar el primer bis en el Teatro Real, el veterano Leo Nucci retoma su mítico “Rigoletto” en el Festival de Ópera de La Coruña, con una expectación sin precedentes. Con cuarenta años de carrera a cuestas, habla sin tapujos.

- ¿Qué hace para mantener esta energía a su edad?

- (Sonrisa) Soy un señor mayor, pero esto solo se refleja en mi pasaporte. Realmente no lo sé. Le he propuesto a mi hija bióloga que por qué no hace una investigación sobre mí. Por ejemplo: llegué a Pekín, después de 18 horas de vuelo, posé para un pintor que deseaba hacerme un retrato, fui a la TV y acabé haciendo la prueba de sonido –tres horas-. La soprano le preguntó a mi agente: ¿cómo lo hace? No sé si es Dios, la Naturaleza... Me han dado este don. En mi vida he hecho mucho deporte, ahora lo echo en falta pero es que trabajo demasiado.

- ¿Y su salud vocal?

- ¿Qué es la voz? Piense en un violín, en mi caso en un chelo porque soy barítono. Las cuerdas vocales, la caja de resonancia y el diafragma que es el motor de todo. La respiración es básica. Un cantante no puede hacer una vida de fraile de convento, en mi opinión debe tener en cuenta cuáles son sus límites. No soy un cantante famoso sino celebre. No anuncio relojes, hago simplemente mi trabajo e intento hacerlo bien. Sólo soy un curioso apasionado que intenta entender qué es lo que hace. He admirado a colegas, con 20 y 30 años menos que yo, y que han dejado de cantar. Hay que tener el coraje de renunciar a ciertas cosas. Dejé de cantar Barbero de Sevilla, porque si lo cantase con la coloratura rosiniania quemaría el legato. Hay que ser conscientes del repertorio. No podemos hacer todo, el hombre biónico no existe. A esta edad –y no quiero pecar de falsa modestia- en este momento con la forma de Nucci no hay nadie. Esto no es una cosa de edad. Es una disciplina, este trabajo no es fruto de los ‘mass media’, es simplemente disciplina.

- Después de 450 representaciones de...

- Perdón, 461, que son las que me han pagado. Esta tarde (por el sábado), en el ensayo general cantaré más, incluso alguna vez he bisado en ensayos, pero esas no las cuento.

- ...¿encuentra aún sentido en Rigoletto?

- ¿Merece la pena mantener en la vida una rutina y cantar sin sentirlo? Esta misma tarde, la semana pasada en Pekín, utilizo alguna innovación, pequeños detalles. La escenografía cambia, los cantantes... Uno puede hacer en treinta segundos algo que no ha realizado en tres semañas de ensayos. ¿Por qué? Porque se tiene práctica y ello da la posibilidad de encontrar una motivación diversa. Este es el milagro de la música. La ópera no es un bolero o una canción de juventud que nos trae un bonito recuerdo, es otra cosa. Es un diálogo, habla de valores, permite una reflexión mientras el otro canta. Este es el milagro que permite innovar, que posibilita abandonar la rutina, si no fuera así no lo haría. En mi vida he soportado la rutina. Cuando se canta de forma rutinaria no se siente y si no se siente no hay arte.

- ¿Recuerda su primera función de Rigoletto?

- Claro. 10 de mayo de 1973. Mi mujer era Gilda y estaba embarazada de seis meses de mi hija Cintia, ¿cómo no recordarlo?

- Siendo un veterano que ha cantado con los mejores, ¿los jovenes tenores le piden consejo?

- Hace poco hablaba con dos jóvenes barítonos y les decía que no me consideraran demasiado filósofo, demasiado sabio. No doy consejos a nadie, no sé darlos. Primero porque jamás son escuchados y casi nunca aceptados, y siempre son puestos en duda. Busco el poder dar ejemplo. Cambio la expresión, espero dar ejemplo. Con 21 años Filippeschi me dijo: “¿Por qué no cantas la cavatina?” Y le respondí: porque es muy difícil’. Me contestó: “Jamás digas que algo es difícil. Recuerda esto: si quieres saltar 1,50 mts entrenate para saltar 1.80 mts, porque si te entrenas para 1.30 el 1.50 no lo saltarás jamás”.

- No es mal consejo.

- Hay que trabajar todos los dias para que la voz esté preparada y adaptar el repertorio a tu garganta. Es cierto que hay colegas que cantan mejor que tú, que pueden tener color más bello. Pero si tú estás entrenado y conoces tus posibilidades... La modestia no se demuestra en una entrevista, sino aceptando y entendiendo los propios límites.

- ¿Se siente el último cantante de la vieja escuela italiana?

- Quedábamos tres hasta hace poco, buenos amigos míos. El recientemente fallecido Giuseppe Taddei, el maestro Carlo Bergonzi y yo. El sábado pasado en Pekín el segundo barítono, chino, me dijo: “Eres realmente el último ejemplo de la escuela italiana. Ha habido cinco barítonos muy representativos de esta escuela de la que tú cierras el círculo”. Me llenó de orgullo. Quizá por esto canto ahora sólo Verdi, aunque hago alguna vez Gianni Schicchi.

- ¿Por qué se ha perdido esta tradición de canto?

- Porque el tiempo ha cambiado y hay gente que considera que debe innovar. La opera debe estar siempre ligada a su tiempo. El mismo Verdi lo decía. Es inevitable que la música romántica esté ligada al ottocento. Hay veces que se actualiza una obra y no tiene sentido, se banaliza la ópera buscando la novedad, se pierden sus valores. Si la ópera se considera sólo un espectáculo es demasiado cara, mejor sería cerrarla. La ópera debe ser una obra de arte, verdadera cultura, que debe representar la universalidad.

- ¿Cómo es posible que hiciera el bis en el Real hace dos años y no aparezca en la programación de Madrid o Barcelona?

- Con la dirección que hay en Madrid seguro que no iría. No asumo esa responsabilidad, y río porque me parecen estupideces. En Barcelona estuve hace unos años, no sé lo que va a pasar en el futuro, el tiempo no pasa en balde. Hay notas que cambian en la voz y que hacen que uno se replantee situaciones, no es mi caso aún. En todo caso Barcelona se ha interesado por mi agenda. Madrid no y no creo que lo haga.

- ¿Y no le parece una pena?

- ¡Pero así es la vida! Hay gente demasiado presuntuosa que no justifica lo que cobra. En mi familia me enseñáron que ‘no se escupe sobre el pan que se come’.

- ¿Cantar Rigoletto permite cantar cualquier Verdi?

No. Rigolletto es una tesitura muy extraña. Se puede cantar casi todo. Podría cantarse Nabbucco, Foscari, Vespri, Luisa Miller, Ballo, Don Carlo, Forza... incluso Yago, aunque es una tesitura muy moderna. Si Rigoletto fuese fácil lo cantaria todo el mundo, pero tiene una gran dificultad en la segunda escena del primer acto, el publico no se da cuenta pero hace estallar el diafragma. El propio ‘Cortigiani’ del segundo acto. En Macbeth la última aria es dificilísima. La propia aria del Ezio de “Attila” lleva un si bemol.

- Oiga, ¿qué ocurre en Italia con la cultura?

- Italia está en una situación de caos absoluto. La política ha asumido un rol de control total. Soy italiano, soy residente en el país, me siento orgulloso de ello, he vivido con Muti la celebración de la reunificación italiana, pero como dijo él la situación de la cultura es muy seria. Nuestra cultura teatral está ligada al pasado y esto no funciona. Este es el fondo. Pero hay otro aspecto. El gobierno piensa que la cultura es algo que hay que tirar. Somos la cuna de la cultura moderna, sin embargo no hay un gran interés por ella, ni por parte del gobierno ni de la gente. Y me duele decir esto. Vivimos una tragedia cultural.

- ¿Cómo es posible esta pérdida de sensibilidad por parte de la sociedad?

- No somos capaces de separarnos de una cultura anglosajona que va por otro camino totalmente diferente. ¡Incluso hemos vendido la casa Ricordi a una sociedad discográfica americana! Ya no tenemos los derechos sobre el 50% de la ópera que se representa en el mundo y que es italiana. Gran parte del pueblo italiano ha perdido el interés por la cultura. La gente no va al teatro. Si se hacen cinco funciones con suerte se venden dos. Esto es triste. Un pais no tiene futuro si no se apoya en su pasado. Lo que está ocurriendo en Italia es inconcebible. La Cultura debe ser una fuente económica de primer orden. En China, la semana pasada, el teatro estaba lleno de jóvenes, en Italia no llega al 1%. Hay gente que pregunta, si voy a la Scala ¿cómo debo vestirme? Vistete como quieras, ¿a quién le importa?

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