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«La revolución genómica puede ser positiva en la energía»

Expertos en la investigación del genoma humano hablan de los retos

AMPARO BACA PÁEZ

Se denomine a este siglo o no el siglo de la revolución genética, no hay lugar a dudas de que los pasos que se están dando en este ámbito del conocimiento están siendo agigantados. Así se reconoció ayer durante el Encuentro que se está celebrando en la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) y en el que se dieron cita unos pesos pesados de la materia.

Joan Majó, doctor en Ingeniería Industrial por la Universidad Politécnica de Cataluña y ex ministro de Industria y Energía durante la segunda legislatura de España, aseguró que «en el mundo genómico se están haciendo avances impresionantes y a medida que se van descubriendo cosas, se tiene más conciencia de todo lo que queda». Majó aboga por no poner límites a este conocimiento bajo ningún concepto, «porque sería un suicidio intelectual porque precisamente lo que caracteriza a la especia humana es la capacidad de conocimiento». Tampoco habría que establecer límites a la capacidad de transformar el conocimiento en tecnología, «en herramientas útiles». Pero sí apuesta por lo que llama los «límites voluntarios». Así, establece que «todo lo que se puede conocer hay que conocerlo, todo lo que puede ser útil hay que aplicarlo, pero siendo conscientes de que no todo lo que es posible es bueno».

A este respecto, Miguel Beato del Rosal, director del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, se planteó una cuestión: «¿Hasta qué punto queremos alargar la vida?

Sin embargo, y a pesar de todos los avances, Majó explica que no cree que este siglo deba ser el de la genómica, asegurando que hay una revolución anterior, la energética, que ha fracasado «porque no es escalable a todo el planeta».

Así, apuesta por no «olvidar la revolución de le energía y seguir ahondando en el conocimiento de hasta qué punto la revolución genómica puede tener derivaciones positivas en la energía».

Beato, por su parte, aseguró que se trata de un «reto muy interesante utilizar la información genómica para diseñar organismos que cubran nuestras necesidades de energía sin causar tanto trastornos al ecosistema». De hecho, indicó que ya se están desarrollando bacterias para eliminar los daños que puede haber generado el petróleo».

Otro debate se abrió entre los ponentes, entre los que también se encontraban Sebastián Chávez de Diego, catedrático de Genética de la Universidad de Sevilla, y Manuel Lozano Leyva, físico nuclear, escritor y divulgador científico.

Lozano llamaba la atención sobre el tratamiento que se da a los accidentes nucleares frente a los que suceden en otros sectores energéticos. «El mismo día que explotó una caldera en una industria que no producía electricidad y que mató a una persona y no tenía nada que ver con la energía, murieron 70 personas en Kenia por la explosión de un oleducto. Lo primero recibió primera página en los periódicos y lo otro fue mucho más pequeño». Para Majó, «el principal pecado de la energía nuclear es que nació para matar».

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