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«Los políticos son unos maestros en el uso del miedo»

El autor e intelectual mexicano acaba de publicar «Cervantes en los infiernos» (F. Lara) con la que ha ganado el premio Manuel Alvar de ensayo

«Los políticos son unos maestros en el uso del miedo»

JESÚS ÁLVAREZ

Motor del mundo

«El miedo es una industria sumamente boyante y una gran herramienta política»

Enemigos y demonios

«La necesidad del enemigo es algo muy humano. Y demonizarlo sale rentable»

ENTREVISTA

Ignacio Padilla

Novelista y ensayista

Diplomático, editor, escritor y traductor, Ignacio Padilla (Ciudad de México,1968) es doctor en Filología Hispánica y Maestro en Letras Inglesas por la Universidad de Edimburgo. Traducido a 20 idiomas, ha ganado una docena de premios internacionales. Con su último ensayo, cierra una trilogía dedicada a Cervantes y al diablo.

—¿Qué le atrae tanto del diablo?

—El punto de partida de alguna de algunas de mis obsesiones literarias como el diablo, la culpa, el mal, surgen de mi educación católica.

—¿Literatura e infierno se llevan bien?

—La relación entre literatura e infierno es muy estrecha. Ahí están Dante y Cervantes, entre otros.

—Existen tres tipos de infiernos, según usted explica en su libro...

—Sí. El primer infierno sería un lugar de paso, un lugar transitorio, adonde tenemos que descender para aceptar nuestros monstruos y demonios y salir renovados. El segundo sería el mundo mismo como infierno, la vida como un lugar de castigo. En literatura sería Lázaro de Tormes, Rinconete y Cortadillo o la Celestina. El tercer infierno, que aparece en los discursos del Quijote, sería el infierno hecho de libros, de tópicos literarios, de novelas de caballería y modelos clásicos.

—¿El purgatorio fue una gran invención?

—Desde luego, porque le trajo a la autoridad católico-romana muchísimos recursos y dinero, aunque a la postre le trajo problemas porque fue el detonante del cisma protestante. Fue un invento del siglo XII, aunque recientemente las autoridades vaticanas han reconocido, eso sí, discretamente, que se trató de una invención sin ningún sustento teológico.

—Además, el purgatorio es temporal, mientras el infierno es eterno...

—Es irónico que el purgatorio resulte psicológica, filosófica y teológicamente más viable que la idea de un infierno eterno, que tanto aterraba a Borges.

—El amor puede llegar también a convertirse en un infierno, aunque no sea eterno, ¿no cree?

—Tanto el amor como el odio. Cervantes identifica en los celos la coincidencia entre esas dos pasiones. Todo infierno resulta aterrador, pero en toda idea del infierno se encuentran no solamente nuestros miedos sino también nuestros deseos.

—¿Por qué nos fascina y nos atrae más el infierno?

—Casi todo aquello que nos aterra tiene algo que nos atrae. Es el vértigo de lo espantoso, de lo sublime. Es la belleza de lo terrible. Es mucho más bello el infierno de Dante que el purgatorio de Dante.

—¿Y el paraíso?

—El paraíso es más aburrido.

—¿Por esa razón apenas aparece en los cuadros ni en el arte?

—Es que es irrepresentable porque no hay en realidad nada que eternamente nos pueda hacer felices.

—Detrás del infierno está el miedo. ¿El miedo ha sido y sigue siendo uno de los grandes motores de la historia de la humanidad?

—Para mí ha sido el principal motor de la historia. Ojalá pudiéramos decir que el amor o la felicidad o el altruísmo fueran los grandes motores del mundo, pero el miedo está por delante de ellos. En el origen de todas las religiones está el miedo a lo que no entendemos; creamos infiernos, demonios, hadas y duendes para poder dialogar con aquello que tememos y que no podemos explicar.

—¿Por qué cree que los políticos utilizan tanto el miedo, sobre todo en campañas electorales ?

—El miedo es una industria sumamente boyante y los políticos son unos verdaderos maestros en la utilización del miedo, que se ha convertido en una gran herramienta política. La reelección de George Bush en 2004 es un ejemplo claro de esto.

—¿Y en España?

—Todas las naciones tienen sus descensos a los infiernos, sus guerras civiles, y les toca sufrir a distintos mesías que los amenazan con un enemigo oscuro o una conspiración secreta para amedrentarlos y someterlos a sus designios.

—¿El enemigo es el demonio?

—La necesidad del enemigo es algo plenamente humano. Y demonizar al enemigo es rentable. Necesitamos que el caos siempre esté amenazando al orden.

—¿El infierno y el demonio siempre han ido juntos?

—Sí, aunque poco a poco se van deslindando. Satanás suele ser el guardián del infierno.

—¿La pobreza es la escalera del infierno?

—Eso dice don Quijote. Era un gran conocedor de refranes.

—Hace muy pocos días un hombre decapitó en Gerona a su hija de año y medio porque, según él, «se lo dijo el demonio». ¿El demonio está dentro de todos nosotros y puede saltar en cualquier momento?

—Sí. Desde la época de Tomás de Aquino hay cosas que seguimos sin comprender ni explicarnos: el mal natural, del cual el más ruin y reprobable es el infanticidio o el filicidio. Esa es la maldad humana en plenitud. Tenemos a Medea y en el siglo XX a Marta Goebbels, que mató a sus seis niñitos. Somos tan absurdos.

—Si la existencia misma es el infierno, ¿morir es la única esperanza?

—Esta idea de la vida como infierno está muy extendida en la Celestina y en la novela picaresca y también en el existencialismo de Jean Paul Sartre. En tal caso, morirse sería la única manera de incorporarse a la nada y salvarse, pero no para llegar a un paraíso sino para dejar de ser.

—¿Cómo se le volvió a Cervantes su vida un infierno?

—A Cervantes le tocó vivir un infierno colectivo, el de la incertidumbre, la época de la duda, del derrumbamiento de la gloria del imperio españolm de la riqueza americana y del fracaso de las utopías. Cervantes como individuo, además, era muy calamitoso, con ideales extraordinarios, pero que no pudo llevar a cabo. Además, era muy torpe para el trato humano, era jugador y pendenciero. La realidad le decepcionó muy pronto.

—Márquez Villanueva lo describe como un ser atormentado por los rencores, incluso por el hecho de tener una hermana prostituta...

—Era un extraordinario escritor, pero estoy con Márquez Villanueva en que tenemos que aceptar a Cervantes como un ser imperfecto. Se insiste mucho en que acabó en la cárcel porque no sabía matemáticas y se equivocó con las cuentas. ¿Por qué le quitamos la oportunidad de haber sido un ladrón? Todas sus imperfecciones lo acercan a nosotros y que un ser tan imperfecto haya podido escribir algo como tan maravilloso como el Quijote, es un auténtico milagro de la literatura.

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