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Manzanares, ganador del IV Premio Taurino ABC

Comparte galardón con su cuadrilla «por la excepcional temporada, la belleza de una lidia completa y triunfos en las plazas más exigentes»

ANDRÉS AMORÓS

En un año en el que no han escaseado los acontecimientos taurinos, el prestigioso jurado convocado por ABC ha premiado a José María Manzanares, por su brillantísima temporada, y a su cuadrilla. Ha querido, así, destacar la calidad estética del matador y, a la vez, rendir el justo homenaje que merecen los toreros de plata (como escribió en estas páginas, hace poco, el maestro Antonio Burgos). Eso supone, también, valorar la importancia que posee, para el buen aficionado, la lidia completa.

Hace algunos años, junto a la Puerta del Príncipe, Victorino Martín me advirtió: «Ha estado en casa un joven matador: no sabes la que ha formado... Si lo repite en las Plazas, acaba con casi todos. Es el hijo de José María Manzanares». No se equivocaba Victorino. Ya habíamos admirado faenas memorables del diestro alicantino, anteriormente: en el Pilar, en la Merced... La temporada que ahora ha concluido ha supuesto, para él, una cadena de éxitos clamorosos, con una rotundidad y una regularidad muy difíciles de conjugar.

El primer zambombazo llegó en las Fallas: una faena impecable, redonda, como una brillante «mascletá»; la consagración, en la Plaza de los toros sevillana, con el indulto a «Arrojado», de Núñez del Cuvillo (que justificaba, así, su estrategia de no vincularse en exclusiva a José Tomás). Con un gran toro, el público sevillano se entregó apasionadamente a la estética seductora del joven maestro.

En Madrid se suele esperar con cierta prevención a los triunfadores de Sevilla. No sucedió esta vez con Manzanares, el 18 de mayo, bajo la lluvia. Leo en la crítica de ABC: «El toro tiene mucho que torear. Lo templa primero por la derecha, alarga la embestida hasta conseguir un círculo completo.... Los naturales tienen lo que su nombre indica: naturalidad... La gente acaba de entrar en la faena: no ha sido sólo de estética sino también de mando y valor. Como debe ser. Y lo abrocha con una fenomenal estocada en la suerte de recibir: en lo alto, atracándose de toro. Dos orejas y salida a hombros clamorosa».

A partir de ahí, el nivel estético se mantiene y los éxitos se suceden: Jerez, El Puerto, Santander, Pontevedra, Bilbao, la goyesca de Ronda, Valladolid, la penúltima corrida de Barcelona... En la feria pucelana, el titular de ABC resume tajantemente la actuación de los dos diestros que han mantenido una mayor regularidad, esta temporada : «El Juli manda, Manzanares seduce».

Seduce con la estética mediterránea de su toreo. Le acompaña la mejor cuadrilla actual, a gran distancia, en una labor perfectamente coordinada, que permite, al matador, exprimir todas las posibilidades de la res. Una y otra vez, he tenido que cantar las cualidades de este torero: facilidad para ver al toro y colocarse en el sitio adecuado. Empaque. Elegancia natural. Suavidad. Compone la figura majestuosamente. Cuando acompaña el muletazo con el cuerpo, suscita un clamor (Enrique Sierra lo explica hasta con datos geométricos). Mata como un cañón, al volapié, con una curiosa técnica: después de fijar la cabeza del toro, con un abaniqueo de la muleta, hace girar la empuñadura, en el último momento, y clava el estoque hasta la mano. También ha resucitado la emocionante suerte de recibir...

El crítico anota que, en la seria Plaza bilbaína, el 23 de agosto, el público grita: «¡Viva Alicante!» Y recurre a metáforas: en Santander, el 29 de julio, él y Morante dibujan el toreo como poetas de «línea clara» (Luis Alberto de Cuenca). En el sobrero de Ronda, el 3 de septiembre, recordando a Cañabate, «sus preciosos muletazos encajan bien con la belleza de estos arcos y estas columnas».

Todavía puede mejorar Manzanares en el manejo del capote; con la muleta, rectificar la colocación retrasada de la pierna contraria (un recurso, aunque ayude a la estética), evitar ciertas precipitaciones, no empeñarse en matar recibiendo a toros que ni lo piden ni lo merecen. Los aficionados exigentes agradecerían que se apuntara también, en ocasiones, a toros de otros encastes...

Se le exige porque puede y porque se le espera. José María Manzanares nos ha hecho disfrutar, muchas tardes, con una estética que entra por los ojos y nos seduce, sin necesidad de mayor análisis. Es ya un gran torero: puede llegar a ser una figura de época.

En las charlas del jurado, recordaba Agustín Díaz Yanes las fotografías clásicas del Guerra o de Joselito con sus cuadrillas; yo, los versos de Gerardo Diego: «Quiero cantar la cuadrilla ordenada, / la lanzadera, el tapiz de la lidia...» Una imagen semejante podremos contemplar cuando reciba el Premio de ABC José María Manzanares, con su cuadrilla.

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