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NO DO

El tonto del gin tonic

FRANCISCO ROBLES

El tonto del gin tonic está en temporada alta, como los artículos de las castañeras cuando el plumilla de turno no sabía de qué escribir y echaba mano de ese humo que ahora se ha convertido en un ingrediente más del bebedizo. Gin tonic con hidrógeno, ¿pasa algo? Si le echan pepino como si fuera una gazpacho presto para la repetición en la moviola de la digestión a largo plazo, ¿por qué no van a añadirle ese humo que le da un toque de cocina creativa? Gin tonic con pepino, con enebro, con pomelo, con regaliz... Y con tónica, claro, aunque la tónica general sea pedir una marca de nombre impronunciable y de color pitufo si es posible. En cuanto a la ginebra, hay más marcas que tontos del gin tonic, que ya es decir.

El tonto del gin tonic le echa tantas yerbas y especias al mejunje que acaba escupiendo bayas y musgo como si se hubiera caído, con la medida papa, de boca en un Belén colmado de serrín y verdina. El tonto del gin tonic elige copa de balón para meter la nariz o vaso de sidra para moverlo sin cesar. O copas de borgoña que nada tienen que ver con aquellos rancios vasos de tubo donde se bebían, hasta antier, los cubatas de Garra&Font de Anta con cocacola. ¿O es que esta moda del gin tonic premium no es la mayor novelería que hemos importado de la cursilería madrileñí? No hace mucho éramos carne de Calisay o de Licor 43, por no hablar de la reciedumbre del aguardiente seco o del coñac de la malla. Pero la posmodernidad es así. Pasamos del 850 o el 1430 a la gran cilindrada... y después no hay forma de pagarlo.

Es posible que la clave de esta crisis que vivimos se encuentre en esta manía por parecer ultramodernos cuando aún llevamos el pelo de la dehesa, que cualquier día formará parte del cóctel de moda que se escancia vertiendo la tónica a través del mango de una cucharilla neobarroca de formas salomónicas que parece el varal de un paso. Un gin tonic con enebro y pelo de la dehesa flotando junto a los cubitos de hielo denso y duro, porque hasta los terrones de nieve han de ser especiales para que el tonto del gin tonic pueda presumir de la obra maestra que ha creado para sí mismo. Los tontos del gin tonic hablan de fórmulas de gin tonic mientras los saborean ante la mirada compasiva del camarero que no sabe qué hacer para irse a su casa ante la sobremesa eterna. Porque si algo tiene el tonto del gin tonic es tiempo, mucho tiempo, casi tanto como el 'tardeslibres' que se dedica a dar por saco mientras los demás trabajan.

Un servidor es tan raro que cuando va a un bar de copas tras la cena de pinceladas al centro es capaz de pedir un colacao: hay testigos. Pero no un colacao normal y corriente, sino un colacaco servido en taza de cristal con asa metálica, con leche semidesnatada del Valle de los Pedroches y calentado a 90 grados centígrados. ¿O es que no va a haber tontos del colacao que le hagan la competencia al tonto del gin tonic?

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