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Lo mejor de lo mejor

JOSÉ LUIS LÓPEZ LÓPEZ

Lo avisé a mis amables oyentes de la pequeña conferencia pre-concierto: si los intérpretes estaban a la altura del programa, podíamos tener la fortuna de asistir a una de las mejores veladas de la Sinfónica, no ya de esta temporada, sino de muchos años. Y vaya si lo estuvieron. Hay que comenzar, obligatoriamente, por John Axelrod (Houston, Texas, 1966): en la flor de la edad, es uno de los más grandes y carismáticos directores invitados que han pasado por el Maestranza. Su trabajo con la Orquesta fue perfecto, y la ROSS respondió impecablemente. El programa era extraordinario. Comenzó con una obra poco prodigada de Brahms: las «Variaciones sobre un tema de Joseph Haydn, Op. 56ª» (1873). El tema tal vez no es de Haydn, sino de su discípulo Pleyel. Pero poco importa: lo decisivo, aquí, son las 8 variaciones y el Finale brahmsianos, de diversa e indescriptible belleza. Siguió el «Concierto para piano y orquesta, en Sol Mayor» (1931) de Ravel. La presencia del robusto sureño estadounidense Tzimon Barto, de figura completamente opuesta al tipo de «fino» pianista, es engañosa: aparte de su amplísima cultura, su sensibilidad, delicadeza (ah, el «Adagio assai» central) y, cuando hizo falta, su magistral energía ante el teclado (el «Presto» final de tremendo y rotundo virtuosismo) resultaron conmocionantes. Y el «bis», el «Nocturno en Do sostenido menor, Op. Posth.» (1830) de Chopin fue un ensueño milagroso. Bravo.

Pero quedaba aún la segunda parte: el poema sinfónico «Así habló Zaratustra» (1896), de Richard Strauss, en ocho «episodios» enlazados. La enorme dotación orquestal y la intensidad de la partitura siempre amenazan con estrépito y confusión; pero Axelrod consiguió una claridad y definición tales, que logró que el «Ser humano superior, hombre, mujer» («Übermensch» es eso, no «Superhombre» a secas) profetizado por Nietzsche, lo escucháramos con toda su ternura y su esperanza. Los músicos entusiasmados y entregados; el público, abrumado de admiración y gozo. No recordamos, por más que pensamos, ninguna actuación a esta altura de nuestra Orquesta: igual, tal vez; pero mejor, nunca.

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