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Las orejas que el viento se llevó

Las orejas que el viento se llevó CARLOS CORCHADO

FERNANDO CARRASCO

Queda la duda de saber qué hubiese pasado con los dos primeros toros, y sobre todo con el quinto, de no haber viento ayer en Jerez. Porque el Levante marcó, para mal, el segundo festejo de esta Feria del Caballo en la que hubo un astado, de González Sánchez Dalp, lidiado en quinto lugar, al que se le premió con la vuelta al ruedo. Y esos dos primeros de Manolo González tuvieron que torear. El resultado artístico se tradujo en sendas orejas para Paquirri y El Cid. Pobre balance, no obstante. Como el del público que acudió al coso de la calle Circo. Un cuarto de plaza y pare usted de contar.

Bonito fue el que abrió plaza, al que Paquirri enjaretó algunos lances a pies juntos estimables. Un toro que a la postre serviría en el tercio final. Antes, simulacro de suerte de varas y tercio de banderillas del madrileño fácil. El toro repetía aunque no era la tonta del bote. Paquirri construyó una faena correcta, en la que comibó las series por ambos pitones. Ligó y remató con los de pecho. Pero faltó algo, que no es otra cosa que emoción. La estocada se antoja fundamental para la concesión de la oreja.

Al cuarto lo saludó Paquirri pegado a las tablas por mor del viento. Tuvo tranco en el tercio de banderillas, donde Rivera volvió a mostrarse solvente al clavar, aunque sin demasiadas apreturas. Le apretó en el comienzo de faena de rodillas, aunque ya erguido dejo una trincherilla estimable. Pero el pupilo de su apoderado cabeceaba, se defendía y no humillaba. Medios viajes del de Manolo González, a lo que hay que unir el viento. Ahí estuvo Francisco, que cambió los terrenos para intentar "torear" al viento. Sólo la voluntad y la estocada, que quedó en lo alto. La verdad es que más no se podía hacer.

Se fue suelto de capotes el primero de Manuel Jesús El Cid, un precioso burraco acapachado de cuerna. Algún lance consiguió dejarle sin embargo. Metió riñones el toro en el puyazo y no fue demasiado mal en banderillas. Brindis al respetable del saltereño. Molestaba el viento en los primeros compases, a lo que había que unir el temperamento del toro, que repetía. La faena, iniciada sobre la derecha, contuvo momentos buenos, como la tercera serie diestra, como otros más desajustados. Tomaba la muleta por el pitón izquierdo el de Manolo González y algún natural fue estimable. Pero faltó la conjunción, el acople entre ambos y, sobre todo, la seguridad en el torero.

El Cid y «León»

Dejó un buen ramillete de verónicas El Cid al quinto, que repitió de salida. Le ganó terreno aunque faltó cargar algo más la suerte, rematando con una ajustada media abelmontada. Susto se llevó el picador de turno al ser derribado, aunque sin consecuencias, y muy buen tercio de Alcalareño, que tuvo que desmonterarse. El de Salteras construyó una faena que fue a más a un muy buen toro, un gran toro de González Sánchez-Dalp. En los comienzos faltó ajuste pero a medida que transcurría el trasteo, El Cid se fue confiando, sobre todo en los redondos diestros, donde le dejó la muleta y tiró de él. Igualmente anduvo acertado en los circulares invertidos, donde consiguió ligar. Queda la duda de si la faena no hubiese sido de mayor nivel sin el viento y si El Cid está en el camino de recobrar esa confianza y seguridad de antaño. Oreja para el torero y vuelta al toro.

Daniel Luque quedó inédito con el capote ante su primero, un bonito toro melocotón que blandeó tras salir del puyazo. Molestaba el levante en el inicio del trasteo. No tenía mala condición el de Manolo González y el de Gerena comenzó con unos ayudados muy enjundiosos. El toreo al natural tuvo muletazos muy buenos, pero era poco menos que imposible ligar como él quería porque la muleta se elevaba constantemente. Pelea insistente la de Luque por ligar en medio de la levantera. Una pena, porque todo quedó a medias en ese "a ver si se echa el viento". Eso sí, se tiró a matar de forma contundente, dejando una estocada de la que rodó el de González sin puntilla.

Luque se llevó todo el Levante para su casa. También en el sexto le molestó sobremanera. El astado, noble, acudió a los engaños y el de Gerena lo cuidó en los primeros compases de la lidia. Brindó a la concurrencia y desde el principio le plantó batalla en los medios. Pero el toro, que se desplazaba, protestaba a la salida de los muletazos y echaba la cara arriba. No se amilanó el diestro, que consiguió algunos pases estimables pero, claro, sin poder realizar una faena compacta. Dejó una estocada, rubricada con un descabello, con la que finiquitó a su enemigo, a la tarde y al viento.

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