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La cárcel libre de la enseñanza

Jóvenes presos de Sevilla I aprenden nuevas tecnologías con personas mayores en un proyecto de la Fundación «la Caixa»

La cárcel libre de la enseñanza JUAN FLORES

aurora flórez

Avelina Navarro tiene 67 años, cinco hijos y diez nietos. Acude, junto a otras 38 personas mayores desde octubre del año pasado a la cárcel Sevilla 1 a enseñar Informática a jóvenes presos. Al igual que los demás profesores voluntarios aprendió los entresijos de las nuevas tecnologías en un programa de la Obra Social «la Caixa» , que ayer inauguró oficialmente esta experiencia pionera en la que invierten la enseñanza adquirida en estas personas privadas de libertad. «La primera visita te obliga a seguir viniendo» —dice satisfecha, contenta— de la relación con esos jóvenes encarcelados que ayer vieron su espacio inundado por la prensa, las radios y las televisiones , mientras, casi con timidez, intentaban mantenerse atentos a los ordenadores.

Como Avelina, Paqui Cervantes, de 63 años, muestra su alegría, su orgullo, su emoción hasta las lágrimas «por ver cómo cambian ellos», o Lucía Burgos, que, tras pasar muchos años de voluntariado con madres de drogodependientes, ahora se dedica a estos jóvenes. «Devuelvo lo que me dieron, pero esto no es sólo enseñar lo poco o mucho que sabemos, es escucharlos, prestarles atención para que se desahoguen...» Son todos miembros de la Asociación de Voluntarios de Informática Mayores de Andalucía , vienen de los Centros de Día de Ciudad Jardín, Triana, Macarena, Utrera... como Jesús Ruiz González, de 67 años, o Juan Cerrillo, se sitúan junto al alumno de la cárcel, donde no pensaban encontrar « tanta humildad y cariño ».

Los internos

Frente a los equipos informáticos, Daniel Campos, de 27 años, lleva un año y medio en el centro; le quedan otro año y diez meses; Daniel Estévez, de tan solo 20, dos de los cuales los ha pasado encarcelado. En el horizonte tiene otros ocho años antes de salir a la calle; Jonathan Deacosta, también de 20 años, esperando juicio, o el senegalés Dillo, de 23 años, con tres años y medio de prisión a la vista, que, además, está aprendiendo español y que «no quiere volver» a su país. Cuentan que es mejor aprender «en vez de estar en el patio tirados» , que es muy importante «salir con estudios», que ahora tienen «ilusión». Son aplicados, formales, cariñosos y son algunos de los alumnos de esta CiberCaixa Solidaria, por la que ya han pasado 30 mayores internos .

En el aula no sólo hay Excel, Word, Power Point... hay lazos de confianza y un importantísimo fondo de educación, además de un intercambio que hace sentir útiles a unos y tener esperanza en el futuro a otros. Todos acudían ayer con su bagaje a esta inauguración en la que las palabras de todos los que participaron en el acto, celebrado en el salón de actos de la prisión, tenían el poso de la satisfacción, del orgullo y de la admiración. Desde la directora del centro penitenciario, Ana Isabel Martín, que habló de la generosidad de los voluntarios y felicitó a los internos por aprovechar esta oportunidad, a la directora general de Personas Mayores de la Junta, María José Castro , pasando por la responsable del Área de Formación de la Subdirección General de Tratamiento y Gestión Penitenciaria, Asunción Muriel, sin olvidar a Josep Ollé, director del Área de Acción Social de la Fundación La Caixa, o a Juan Reguera, director ejecutivo Territorial Sur de la entidad , que recordó los 43 millones de euros invertidos por la Obra Social de La Caixa en Andalucía —13 de ellos en Sevilla—; el millón y medio de euros para becas y las 363 personas que se han beneficiado de ello.

Dos voluntarios, Juan Cerrillo y Paqui Cervantes, y dos internos, Daniel del Valle y José Nieto Carrasco , cerraron el acto. Los primeros volvieron a dejar sobre el escenario la alegría de la solidaridad. «Con que os sirva nos damos por satisfechos», Cerrillo habló de «orgullo, privilegio, suerte, gran oportunidad para nosotros, con esto que nos hace sentirnos útiles». Paqui volvió a llorar tras hablar de un interno que le dijo: «cuando salga de la cárcel volveré aquí a dar clases también ». Los dos segundos, breves, dieron las gracias: «nos ayudan a olvidar que estamos en este lugar, nos hacen sentirnos como personas».

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