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el foto-matón

Los maleducados defensores de la educación

Muchos de los rebeldes estudiantiles que aslatan monumentos solo pasaban por allí, como el Cojo Manteca

Los maleducados defensores de la educación ROCÍO RUZ

Alberto garcía reyes

La Universidad del futuro será más injusta si no es accesible para todos por igual. Pero la Educación no depende sólo del precio de una matrícula o de la reducción de una beca. Por eso cuesta asumir esta reivindicación desharrapada y astrosa. Porque no podemos quejarnos de que el postre es muy escaso después de haber rechazado los dos primeros platos. Y, con todos los respetos, a estas alturas todavía no he logrado comprender qué tienen que ver las ideas con las pintas. El manual de tópicos de la insurrección recoge que ninguna protesta tendrá credibilidad si no está liderada por algún zarrapastroso profesional. El Cojo Manteca es un buen ejemplo. Él, que vagaba por las calles de Madrid durmiendo entre cartones, se cruzó por casualidad con una manifestación estudiantil y, sin saber exactamente qué se estaba pidiendo allí, sacó su muleta de paseo y dio a diestro y siniestro unos pocos de muletazos que no eran precisamente de los que gustan en Las Ventas. Y sin poderse representar siquiera a sí mismo, acabó erigiéndose en icono de la revuelta para desgracia de los que pudieran tener razón. Porque un delincuente vagabundo, no ya sin formación, sino sin educación, no podía aportar nada a ninguna protesta seria más que eco mediático. Pero tal vez por mano del demonio, aunque no de manera tan radical, esa situación se ha convertido en tradición. El levantamiento de los estudiantes sevillanos contra los recortes del Gobierno está siendo también víctima de los radicales de oficio. El parón impuesto por los revolucionarios pegatineros del Cadus es en sí mismo un gesto de corte Manteca, porque se ha hecho por las bravas y sin preguntarle a nadie nada. Pero en toda esta insurrección de artificios hay muchos más casos de apropiación indebida de las quejas. Los estudiantes honrados que con las medidas impuestas por el Gobierno las van a pasar canutas para poder seguir estudiando tienen todo el derecho a levantar la voz. Pero, ¿dónde están esos? ¿Por qué los cabecillas de esta defensa del acceso a la Educación son precisamente los tipos más maleducados de la revuelta?

Insisto en que no me quiero dejar llevar por los prejuicios, pero, ¿qué relación tienen las legítimas reivindicaciones de los universitarios con el desaliño? Eso es lo que no logro entender. ¿Qué relación hay entre Santa Ángela de la Cruz, Curro Romero o Velázquez y los recortes educativos como para que sus monumentos amanecieran el pasado miércoles amordazados y maniatados? Yo tengo la leve sospecha de que quienes acometieron tal tropelía no sabían quiénes eran los personajes a los que estaban intentando ultrajar. Consecuencias de la Logse, del desinterés por saber y de las becas para alargar la buena vida estudiantil sin doblarla y sin estudiar. En el fondo, estos insurrectos son como los peleones que van a la discoteca a inventarse un motivo para meterse en una gresca. Sólo necesitan una excusa para desfogar una rebeldía que no tiene nada que ver con lo que ocurre a su alrededor, sino con lo que les pasa por dentro. A estos «asaltaestatuas», greñudos, desastrados y descalzos callejeros les molestan las normas. Y confunden la lucha por la libertad con cualquier motín que les pase por delante. Equivocan la Educación con la educación. Que cada uno elija a cuál le pone la mayúscula. Yo me mojo: para mí la más importante es la que tiene que ver con el civismo, el buen comportamiento y el respeto. Es decir, la que he recibido en mi casa sin becas ni matrículas. Por eso creo que la universidad del futuro no puede estar en manos de unos maleducados, sino de quienes no están de acuerdo con la nueva política educativa y no tienen opción de explicarse más que tras la dictadura de una pancarta pintada por otros.

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