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La pérfida Albión

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Herejes, piratas y ladrones siempre nos miraron por encima del hombro aunque con la Invencible estuvieron algo más preocupados

Día 16/06/2012 - 11.40h

Recuerdo que mi profesor de Historia en el bachillerato se refería con frecuencia a la Pérfida Albión cuando aludía al actual Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Tildaba a los ingleses de herejes, piratas -citaba expresamente a Francis Drake y Walter Raleigh- y de gentes que se apoderaron de Gibraltar en nombre del archiduque Carlos de Austria, candidato al trono de España, para luego quedarse con el Peñón al que, con el correr del tiempo, le habían añadido, valiéndose de toda clase de trapacerías, más tierra de la señalada por el tratado de Utrecht, así como de unas aguas jurisdiccionales que tampoco están recogidas en dicho tratado. En definitiva, herejes, piratas y ladrones que siempre nos miraron por encima del hombro, aunque cuando lo de la Invencible -nombre inventado por los propios ingleses para presumir de algo que nunca hicieron, al ser un temporal la causa fundamental del desastre de la armada-, estuvieron algo más que preocupados.

Ese deseo de mirarnos por encima del hombro se puso de manifiesto cuando su propio rey, a la sazón Jorge II, ordenó correr un tupido velo para ocultar la grave derrota sufrida por la flota británica en 1741, ante Cartagena de Indias a manos de Blas de Lezo. Mandaba aquella flota el almirante Vernon y estaba compuesta por ciento ochenta y seis buques, número superior al de los barcos que integraban la flota de Felipe II destruida por los temporales. Para más inri hubieron de fundir las monedas conmemorativas de la que esperaban aplastante victoria y que, con manifiesta soberbia, habían acuñado previamente. Alguna escapó a la fundición y el lector curioso que desee verla no tiene más que pasarse por el Museo Naval de Madrid.

Ese mismo deseo de mirarnos por encima del hombro les lleva a que miembros de su familia real visiten con cierta frecuencia Gibraltar, como estos días han hecho los duques de Wessex en medio del delirio de los «llanitos» y muy especialmente del señor Picardo, el manijero -lo utilizo en su acepción de sujeto que busca causar dificultades o polémicas- que se encarga del cortijillo gibraltareño.

Ese deseo de mirarnos por encima del hombro hizo que llevaran muy a mal que la mayor operadora de telefonía móvil británica quedara en manos de la principal compañía telefónica española, que una emblemática entidad de crédito británica pasara a ser propiedad de un banco español o que la gestión de sus aeropuertos se realizara por una compañía española. No había más que leer la prensa británica de entonces. Ese deseo de mirarnos por encima del hombro aflora estos días en uno de sus diarios que pone en cuestión la capacidad científica de los prehistoriadores españoles que trabajan en Atapuerca, rechazando la cronología del yacimiento y algo más. ¿Habrá que recordarles la autoría del mayor fraude conocido en lo referente a descubrimientos prehistóricos? Me refiero el llamado cráneo de Piltdown, una localidad de Sussex. Colocaron dientes de mono en una mandíbula humana y trataron de colarla como si perteneciera al llamado eslabón perdido. Toda una perfidia científica ocurrida en el Reino Unido de Gran Betraña e Irlanda del Norte, la antigua Albión como le gustaba denominarla a mi viejo profesor de Historia.

www.josecalvopoyato.com

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